Para muchos poetas la arquitectura es la forma de enlazar sueños a la tierra. Para Aileen Marín González, es restaurar colores y líneas que el tiempo ha desdibujado en su querida ciudad.
Su acercamiento a la Arquitectura
Desde que era una niña descubrió que la construcción sería su mundo, gracias a sus visitas a la casa de la vecina Ileana Lugones; una arquitecta que la inspiraba con su despliegue de reglas, cartabones, lápices de diferentes grosores y diseños de líneas y espacios sobre el papel.
Recuerda con emoción cómo fue descubriendo aquel mundo mágico, preguntando el significado de cada trazo, de los colores y la funcionalidad del espacio en un plano; la gran mesa de dibujo era fascinante para la joven Aileen, quien quería saberlo todo, mientras Ileana, con paciencia de maestra, le iba mostrando el camino.
Llegó a OHCC
Con solo un año de graduada, en 1998, llegó a la Oficina del Historiador de la ciudad de Camagüey (OHCC). Institución a la que le agradece mucho, pues allí comenzó a impartir historia de la arquitectura a los estudiantes de la Escuela de Oficios Francisco Sánchez Betancourt. Con ellos participaba a pie de obra en las diferentes labores de restauración que emprendió la Oficina en aquella época, lo que constituyó un período de aprendizaje.
En 1999 entró a formar parte de la Dirección del Plan Maestro, donde, rodeada de profesionales consagrados, comenzó a apreciar y a entender el urbanismo.
Unos años después asumió la jefatura de la Dirección de Proyectos, donde no solo se enfrentó a la creación de proyectos arquitectónicos, sino además, adquirió una disciplina en su manera de hacer que, ya fuera de la entidad, la acompaña a cada sitio donde trabaja.
El amor que Aileen profesa hoy a su querido Camagüey lo agradece, en gran medida, a su formación como profesional dentro de la OHCC; pues desde dentro comenzó a mirar cada edificación y espacio público con los ojos del corazón, asegura.
La gran obra
Como cada actor sueña con interpretar un gran papel, cada arquitecto desea participar en una gran obra, la de esta profesional de 26 años de experiencia fue el proyecto y ejecución del Museo Ferroviario.
Nos recuerda que el Museo es un gran proyecto, con 5 objetos de obra, todos independientes y que llevaron mucho trabajo, pero se enamoró de la obra desde su concepción. Trabajó en equipo de la mano del Director de la Oficina y hoy es un gran sueño cumplido, un hermoso regalo para la ciudad y para la familia ferroviaria.
Por eso, sentadas en un banco en el hoy llamado Paseo del Museo Ferroviario (calle Mario Aróstegui o Van Horne), mientras admiramos la bella edificación, antigua terminal de viajeros, puedo ver el orgullo y placer reflejado en sus ojos y sonriendo como una niña traviesa comenta muy bajito:
La arquitectura es vida, permite mirar las cosas de manera diferente, crear y brindar confort a los otros. Trabajas siempre para que las personas se sientan bien, no hay nada más bello.