Tu auténtica cubanía te hicieron acreedora de las más altas encomiendas. Fundaste la Academia Nacional de Artes y Letras, en 1910. Presidiste la comisión encargada de organizar los festejos por la celebración, en 1914, del centenario de Gertrudis Gómez de Avellaneda.
No existía persona más responsable y apasionada por la obra martina que tú, por eso se te encomendó el cuidado de la poesía en la primera edición de las Obras Completas de José Martí.
Colaboradora intensa en El Fígaro, La Habana Elegante, Social y Cuba Contemporánea; la élite de las revistas culturales de entonces.
Luchaste sin cansancio por el desarrollo intelectual de la mujer cubana a la par del hombre. Para ti no existía el riesgo personal, ni las concesiones políticas.
Aurelia Castillo, fuiste ejemplo a seguir en pleno siglo XX, donde ser mujer no resultaba tarea fácil; y menos cuando se imponía un carácter decidido como el tuyo.
Desde tu Camagüey legendario te seguimos admirando y de que mejor forma recordarte que con tus propias palabras:
Agua de tinajón
Agua santa de este suelo en el que se meció mi cuna,
agua grata cual ninguna, que bajas pura del cielo.
Yo te beso con anhelo,
casi con mística unción,
pues creo que tus gotas son de mi madre
el tierno llanto al ver que te quiero tanto,
Camagüey, tu corazón.