Recoger en pocas palabras la vida de un hombre que el patriotismo le llegó desde la cuna y por causas relacionadas con la revolución, no nació en nuestro suelo; sino en Puerto Plata en República Dominicana debido a que su madre se encontraba viviendo en la casa de la Delegación Revolucionaria Cubana en Santo Domingo, resulta un privilegio. Por eso el 5 de junio de 1871 se inscribe en la historia como un día inolvidable, porque vino al mundo Enrique Loynaz del Castillo.
Desde muy temprana edad siguió los pasos de su padre Enrique Loynaz Arteaga, comandante de la Guerra del 68, en labores conspirativas en contra del régimen colonial español. En 1885 participa en la preparación dentro del Plan San Pedro Sula de una expedición junto a los generales Serafín Sánchez y Francisco Carrillo, que de acuerdo con Máximo Gómez vendría a Cuba. En 1891 viajó a Nueva York acompañado de los antes mencionados generales y Carlos Roloff.
Durante su estancia en la ciudad realiza lo que para él fue el sueño de su vida conocer a José Martí, y desde ese momento fue un martiano cien por ciento y un profundo conocedor de su pensamiento. Mientras en 1892 a sus escasos veintiún años era un miembro distinguido dentro del Partido Revolucionario Cubano. La figura de Martí sería para Loynaz del Castillo durante toda su vida lo más grande de la Historia de Cuba.
Su impronta en Puerto Príncipe
En 1894 Enrique Loynaz del Castillo estaba inmerso en las labores de fomentar en la ciudad de Puerto Príncipe la construcción de un tranvía para la urbe. Porque debía traer desde los Estados Unidos los coches para su empresas, le propuso al Delegado del Partido traer escondidos en sus interiores pertrechos militares para la contienda en gestación.
Pasar por Aduana de Nuevitas 48 000 municiones y 200 fusiles fue todo un éxito, los mismos debían ser puesto a disposición del Dr. Emilio L. Luces presidente del Comité Revolucionario de Camagüey. La delación de un rico al que la guerra perjudicaría ante el general Gasco al frente de la plaza término por llevar al fracaso el plan. Con unas horas concedidas para abandonar el país, Loynaz del Castillo con la ayuda del conductor del tren de Nuevitas a Puerto Príncipe, y la cooperación de Elpidio Marín junto a su padres Don Enrique Loynaz pudo huir en un tren de carga hacia Nuevitas, dirigiéndose posteriormente a Punta de Práctico para embarcarse en el vapor alemán “Amrunc”, el 8 de abril rumbo a Nueva York ciudad a la que arribaría el 15 del propio mes.
Hospedados en la casa que habitada Martí, por la persecución judicial de la que fue objeto por parte de Legación Española ante las autoridades norteamericanas, Martí decidió envíalo a Costa Rica. Llevaría Loynaz del Castillo cartas del Delegado y para el general Maceo del cual sería su edecán.
Labor activa
Conspiró junto a él y a los emigrados cubanos en Costa Rica. Dirigió el periódico puertorriqueño “La Prensa Libre” donde público “Bandolerismo en Cuba” artículo que caldeó los ánimos de la colonia españoles en tierra tica.
El 10 de noviembre de 1894 a la salida de un teatro en la ciudad de San José se perpetró un atentado contra el general Antonio, convertido el mismo en una verdadera batalla a tiros y bastonazos en plena calle. Loynaz salvaría la vida de Maceo y se vería obligado después de estas acciones a regresar a Nueva York.
Ya en tierras norteñas fue objeto de un gran recibimiento, y en un gran meeting presidido por José Martí y recibió grandes elogios de éste. Esa noche se organizó el club con el nombre de su abuelo “Martín del Castillo” del cual fue nombrado presidente.
En febrero cuando se disponía a venir en una pequeña expedición a Camagüey, fue incorporado con sus 40 fusiles y parques a la de Serafín Sánchez y Carlos Roloff en el vapor “James Woodall”, desembarcando el 24 de julio en Punta del Caney o Tayabacoa.
Una invitación a la lectura
Conocer la amplia participación del general Enrique Loynaz del Castillo en la Guerra Necesaria bajos las órdenes de los generales Carlos Roloff, Antonio Maceo, Serafín Sánchez y Mayía Rodríguez de los cuales fue ayudante y miembro de sus estados mayores respectivamente es la invitación a leer su obra “Memorias de la guerra”.
De ella el Dr. C René González Barrios expresó “… está llena de polémica y de verdades (…). Obra significativamente extensa y apasionante – quizás una de las obras más apasionante jamás escrita -, donde los principales líderes de la contienda del 95 tienen aciertos, desaciertos, momentos de gloria y de errores y de apreciación”.
Después de concluida la guerra e instaurada la República, Loynaz de Castillo fue representante a la Cámara entre 1902 y 1906. Se opuso a la reelección de Estrada Palma en 1906 y de Menocal en 1917. Tuvo una larga carrera en el servicio exterior como ministro plenipotenciario del gobierno cubano en diferentes países como México, Venezuela, Haití y Portugal entre otros.
Cultivó el género poético, seguida esta pasión por dos de sus hijos Enrique y Dulce María Loynaz quien alcanzaría con su obra todos los honores dentro de la cultura cubana e internacional.
El general Enrique Loynaz del Castillo se retiró de la vida política en 1947 y falleció en La Habana el 10 de febrero de 1963.