El 15 de noviembre de 1895 se entonaría por primera vez las letras del Himno Invasor que acompañaría a las tropas de Antonio Maceo durante la Invasión a Occidente. Su nacimiento tuvo lugar en los campos de Najasa, específicamente en la finca La Matilde, propiedad de José Ramón Simoni, padre de Amalia Simoni. Maceo desalojó una columna española que ocupaba la finca e instaló un campamento provisionalmente con un puesto de mando.
La escritura
En un recorrido por la casona Enrique Loynaz del Castillo, integrante de las tropas de Maceo de solo 24 años, halló improperios contra los mambises escritos en la hoja de una ventana, obra de los hispanos allí alojados antes y la firma era una bandera española pintada. Loynaz del Castillo convirtió la indignación que le provocaron aquellas letras en inspiración. Fue así como en la otra hoja de esa misma ventana respondió con versos a sus insultos, se refirió a la invasión que venían realizando y concluyó pintando una hermosa Bandera Cubana.
Loynaz del Castillo había nacido en Puerto Plata, República Dominicana, el 5 de julio de 1871, de padres cubanos exilados. Tuvo la dicha de conocer y ser estimado por los tres grandes hombres de aquellas gestas: José Martí, quien lo quería como a un hijo; Antonio Maceo, al que salvara la vida y fuera su ayudante personal, y el Generalísimo Máximo Gómez. Falleció en La Habana en 1963 con la jerarquía de mayor general del Ejército Libertador, siendo el último de los generales mambises en morir.
A sabiendas de que había compuesto algo hermoso, Loynaz le presento sus versos al Lugarteniente General y le propuso que la marcha llevara el nombre del ilustre jefe mambí: Himno a Maceo. Él catalogó esta acción como una respuesta artística y patriótica. Ordenó que se retirara su nombre del título y se nombrara Himno Invasor. Además, le dio la tarea al capitán Manuel Dositeo Aguilera, director de la Banda de Música de la Columna, le realizara los arreglos musicales y la incorporara al repertorio de la Banda para tocarla en los combates y las victorias.
Su repercusión
Al amanecer del 15 de noviembre, ya lista la obra, se escuchó sonar luego de la Diana Mambisa. Fue entonada también cuando las tropas llegaron a la trocha de Júcar a Morrón, donde los esperaba Máximo Gómez para avanzar juntos hasta el territorio de Las Villas. Para el Generalísimo fue también una grata sorpresa ver entrar las tropas de Maceo encabezadas por la Banda entonando el Himno Invasor.
La obra musical repercutió más allá de los confines de Cuba y existe la constancia documental de que apareció en plena guerra en el periódico El Pabellón Cubano, publicado en San José, la capital costarricense.
Nadie pone en duda el valor del arte en función de una idea política y como reafirmación de una ideología. Así sucede con los himnos patrióticos que impulsan y compulsan a combatir con denuedo. Hoy, el Himno Invasor nos sigue conminando al combate, aunque no sea tan conocido como debiera. Una deuda que tenemos con nuestro legado patrimonial histórico que bien valdría la pena saldar, pues, a la distancia de los 126 años transcurridos, continúa siendo una vibrante manifestación de cubanía y muestra del espíritu indomable que caracteriza y distingue a nuestro pueblo.
HIMNO INVASOR
Letra: Enrique Loynaz del Castillo
¡A las Villas valientes cubanos!:
A Occidente nos manda el deber.
De la Patria a arrojar los tiranos.
¡A la carga: a morir o vencer!
De Martí la memoria adorada
nuestras vidas ofrenda al honor
y nos guía la fúlgida espada
de Maceo, el Caudillo Invasor.
Alzó Gómez su acero de gloria,
y trazada la ruta triunfal,
cada marcha será una victoria:
la victoria del Bien sobre el Mal.
¡Orientales heroicos, al frente:
Camagüey legendaria avanzad:
¡Villareños de honor, a Occidente,
por la Patria, por la Libertad!
De la guerra la antorcha sublime
en pavesas convierta el hogar;
porque Cuba se acaba, o redime,
incendiada de un mar a otro mar.
A la carga escuadrones volemos,
que a degüello el clarín ordenó,
los machetes furiosos alcemos.
¡Muera el vil que a la Patria ultrajó!