Aún vives en el pueblo. En la sonrisa amplia de los niños, en el sombrero alón de los que portan con orgullo el trabajo en el surco; aún sigues multiplicándote en cada hombre de bien que lucha humilde y sincero por las causas justas.
Es muy cierto que en el pueblo hay muchos Camilos, que en Cuba se sigue imitando el ejemplo de ese hombre excelso y único que fue. En la barriada de Lawton laten los recuerdos del niño amante del beisbol, defensor de la equidad; en la Sierra y Yagüajay vibra su valentía.
Pero resulta muy doloroso recordarlo en esta tierra de tinajones e iglesias donde llegó para intervenir ante lo mal hecho; y se reclutó como uno más de los hijos de El Mayor, salvando con “la vergüenza” a la Revolución naciente. Sí, resulta doloroso pues fue Camagüey desde donde partió a la eternidad.
Desapareció físicamente, pero su alma de intachable patriota jamás ha descansado, su espíritu jaranero, su voz contagiosa y su oratoria de pueblo siguen acompañándonos cada amanecer. Y porque seguirá siendo un líder de esos que nacen pocas veces para que la historia; jamás le podremos dejar de preguntar: ¿Vamos bien Camilo?