La Capitana Rosa Castellanos, La Bayamesa, salvó muchas vidas como enfermera y comadrona; mantuvo a sus expensas y bajo su única responsabilidad un hospital de sangre. Por su carácter y su espíritu siempre independientes, transitó de esclavizada… a ser la única Capitana de Sanidad del Ejército Libertador.
Aunque sus referentes en los libros de Historia de Cuba no son fecundos, se conoce que, por sus méritos como mambisa y enfermera notablemente humilde, el Generalísimo Máximo Gómez le otorgó el grado de Capitana de Sanidad. Si bien nació en Bayamo en 1830, y se incorpora a la lucha independentista que estalla en 1868, el Camagüey la acogió tanto en la guerra como en los días de paz.
25 de septiembre de 1907
En la calle San Isidro (que hoy lleva su nombre) número 22, temprano en la mañana, aproximadamente a las 8, rodeada de los más allegados cedió el cuerpo fuerte; ese, que tantas heridas calmó. A las 12 del día, sus restos fueron trasladados para el Ayuntamiento y durante 30 horas el pueblo de Camagüey desfiló delante de su féretro, como muestra de amor y respeto a quien lo supo ganar.
Siendo las 7 de la noche de ese mismo día y año, se reunieron en la ciudad de Camagüey los concejales Sres. Pedro Guzmán, Oscar Ávila, Esteban Castellanos, José Reyes, Carlos Guerra, Filiberto Pichardo, Fernando Mendoza y Emilio Arteaga; y antes de dar comienzo al orden del día se acordó, a petición del Sr. Arteaga, hacer constar en acta el profundo sentimiento de la corporación por el fallecimiento de la bien llamada Hermana de la Caridad de los campos de la Revolución, la Sra. Rosa Castellanos y Castellanos (La Bayamesa).
Los hombros de los hijos de esta tierra se disputaron el honor de trasladarla en sus últimos momentos hasta el Cementerio General. Allí, entre flores, lágrimas, música solemne; su cuerpo fue depositado en el nicho segundo de la bóveda 71 del primer tramo.
El cielo también lloró su partida
La copiosa lluvia acompañó el sepelio. La multitud continuó su marcha, nada la detuvo, ni empequeñeció el singular acto. Al pasar el tiempo sus restos iban a ser arrojados a una fosa común, pero trabajadores sencillos del Cementerio, conmovidos ante la fuerza de la personalidad de esta mujer, los salvaguardaron con toda solemnidad. Veinte años después de su desaparición física, el Consejo Territorial de Veteranos, trasladaron las reliquias al Panteón de los Veteranos.
La Asociación Victoria y Nicolás Guillén siempre la recordaron
La cercanía del poeta con Rosa, más allá de los principios, era prácticamente familiar; pues su padre, Nicolás Guillén Urra, fue el albacea de la insigne patriota. El 14 de mayo del mismo año de su fallecimiento, se realizó el Testamento abierto. El notario José Agustín de Socarrás y Recio, en la propia casa de la testadora y ante los testigos requeridos, realizó el servicio:
Testificó: que es soltera en cuyo estado no ha dejado sucesión; dejó como fiador de todo lo relativo a su funeral y entierro al Sr. Nicolás Guillén Urra, además de único y universal heredero de todos los bienes, derechos, acciones y futuras sucesiones. A quien la cuidó los últimos momentos, Fecunda Camacho González, le legó la cantidad de 200 pesos en atención a los buenos servicios y asistencia que le viene prestando en su enfermedad. Los testigos Celestino Betancourt Chávez, Ramón Socarrás Yzquierdo y José Bello Sánchez firmaron, no así la testadora por manifestar no saber y lo hace a su ruego el testigo Celestino Betancourt.
En el año 1943, en la Sociedad Victoria liderada por el Club ’68, se realizó un homenaje a la Patria en el aniversario de su muerte. Luego de la peregrinación al Panteón de los Veteranos, el Dr. Roberto León Expósito hizo uso de la palabra. Durante la noche, en los salones de la Sociedad Victoria, se llevó a cabo un acto patriótico, donde el poeta Nicolás Guillén hizo un panegírico.
Inmortalizada en una escultura ecuestre
El artista de la plástica cubana, Alberto Lescay Terencio, emplazó una escultura ecuestre de bronce, ubicada sobre una colina, en el parque-monumento dedicado en Bayamo a Rosa Castellanos, La Bayamesa. La misma alcanza seis metros de alto y presenta a la mambisa acompañada de machete, sombrero de yarey, turbante y elementos alegóricos a su labor de enfermera.
Bibliografía
AHPC: Fondo Ayuntamiento: Segundo tomo del Protocolo de instrumentos públicos del año mil novecientos siete.