Al tener en casa la Covid-19 la visión de peligro cambia. Por más tristeza que me provoca el conocer que un amigo o colega está enfermo y ver cuántos actores, periodistas y personalidades han muerto este año por la pandemia, no se compara con vivirla en la familia. Es una tensión que no imaginaba.
Cómo la sufrí en carne propia les voy a compartir, y junto a la experiencia, el deseo que termine pronto esta pesadilla y nadie más tenga que pasar tan malos momentos.
Recuento
En esa semana estaba lloviendo cada tarde, la propia melancolía que me trae siempre la lluvia se unió al ver alejarse a mi padre y a mi esposo, sin poder darles ni un abrazo de despedida, pues su kit rápido dio positivo al virus y debían ir a un centro de aislamiento, dos días después llamaron a la puerta para confirmarnos que el PCR también era positivo al Sars-cov-2.
Quedamos en casa mi mamá, la niña y yo, con la alerta encendida que ante el primer síntoma podíamos estar contagiadas. Al quinto día las dos comenzaron a sentirse mal y solo yo quedé negativa.
Vino cerca de las cinco de la tarde el ómnibus que las llevó al centro de aislamiento, también bajo lluvia, las ayudé a subir sus pertenencias y vi partir la guagua.
Cuando comenzó a alejarse y me quedé sola en el portal de la casa, con la mirada consternada de mis vecinos, que acompañaban mi tristeza, no supe qué hacer.
La suma de los días
Para que mis pensamientos no me aplastaran busqué paños y cloro y desinfecté todas las superficies posibles, hasta interruptores y llavines, asientos, adornos, todo quedó repasado.
Cerca de las nueve de la noche, aún bajo la lluvia, llegaron mi padre y esposo ya de alta, pero debían aguardar 14 días aislados en casa para completar el tiempo en que el virus puede transmitirse.
Mi labor de enfermera comenzaba y tenía que mantenerme sana y protegida para atenderlos. Eso sin dejar de preocuparme por las que seguían ingresadas, de las que solo tenía noticias por teléfono.
La calma
Cuando ya estaban todos de alta y pasaron los días de espera, fue que pude pensar en las pesadillas que vivimos, saber del malestar de la enfermedad que estaban viviendo y tener que guardar la distancia para seguir en pie y atenderlos a la vez.
La experiencia para nada fue grata, pues siempre supe, a través de quienes llamaban para consolarnos y por las noticias, que el período post Covid es peligroso y en él, los pacientes pueden presentar complicaciones, por lo que hay que mantenerse atentos a su evolución.
Hoy a la suma de los días, cuando ya todos están recuperados y regresando al trabajo, la escuela y las labores hogareñas, el mal recuerdo no se va, agradecemos que estamos a salvo y las buenas acciones del personal de la salud, que sobrepasan la negligencia y el mal actuar de otros especialistas, porque hoy quedamos vivos para contar esta experiencia.