I
Francisco Agüero y Duque Estrada, El Solitario, poeta camagüeyano notorio, que tuvo varios descendientes entre ellos Esteban, Brígida, Concha, Ángela y Francisco, que también destacaron en el campo de la literatura.
II
Cada época histórica aporta epítetos a las ciudades cubanas y sus moradores que trascienden hasta convertirse en “apellidos” que identifican de inmediato en nuestro país a los propios habitantes de esos pueblos, aunque en el caso de Camagüey, indiscutiblemente el distintivo ciudad de los tinajones -el más conocido-, la ciudad de las Iglesias, y hasta en el mundo cultural el que nos legara Nicolás Guillén “suave comarca de pastores y sombreros”, también son muy empelados.
Sin embargo, en el presente siglo XXI, va ganando su espacio el de Camagüey Cuna de la Literatura Cubana, entre otras razones porque la primera obra reconocida en la literatura cubana Espejo de paciencia fue escrita en nuestro suelo y mucho de sus hijos e hijas constituyen voces imprescindibles en la literatura nacional.
III
Por otra parte, mencionar nombres conllevaría a olvidar involuntariamente algunos de esos indispensables, pero bajo el pretexto del 216 aniversario del nacimiento de Francisco Agüero y Duque Estrada, más conocido por El Solitario, dirigimos la mirada a este notorio poeta camagüeyano, que tuvo varios descendientes entre ellos Esteban, Brígida, Concha, Ángela y Francisco; que también destacaron en el campo de la literatura.
Fue miembro de una de las familias más antiguas y reconocidas del Camagüey, los Agüeros, que poseían noble linaje, sin embargo, muchos de sus integrantes estuvieron presentes en las causas libertadoras del siglo XIX.
IV
El Solitario, nació en Puerto Príncipe el 8 de junio de 1806, sus conocimientos en las letras y su condición de poeta le ganaron prestigio en la ciudad, su postura anticolonialista lo conduce a conspirar contra España como miembro de la Junta Revolucionaria y apoyar a su primo Joaquín Agüero en el levantamiento independentista de Jucaral de San Francisco el 4 de julio de 1851.
Luego de evadir la persecución española, llega a Estados Unidos de América tres meses más tarde, para partir a Nicaragua, donde por sus méritos trabaja como director del periódico “El Nicaragüense” y luego Prefecto de Policía. La muerte de su esposa en 1856, lo conlleva a solicitar a través del Cónsul español en Nueva York su regreso a Cuba, a pesar de los cargos que existían contra él.
De retorno a Puerto Príncipe se dedica al ejercicio del magisterio en diversos saberes. Fue Socio Facultativo de la Sección de Literatura y Lenguas de la Sociedad Filarmónica de Puerto Príncipe, y en 1860 asume esta dirección.
V
Escribe numerosas obras literarias con diversos temas, entre ellas «Meditaciones y Recuerdos», «A la razón», «Recuerdos de Nueva York y Nicaragua», «Al confluente del Tínima y Hatibónico», «Al Patriotismo”» y «El Padre Valencia y la Caridad Cristiana», entre otras.
Su pluma también reflejó la llegada del ferrocarril a la ciudad principeña, en la obra «Himno»” dedicada a Gaspar Betancourt Cisneros, un fragmento de la poesía nos remite a la admiración hacia el precursor de tan significativa empresa.
Canten otros de Marte y Belona
O del genio del mal los furores,
Que yo quiero cantar los favores
De otro numen que adoro mejor.
Al mirar en las alas del genio
De la gloria en las altas regiones
¡ Lugareño! Estos rudos renglones
trazar quiere mi afecto por ti.
Sabe pues, que invocando tu nombre,
Hoy con jubilo ardiente te cante,
Y tu gloria contemple radiante
Con el triunfo de ferro – carril.
Enferma en 1868 con una parálisis total de su cuerpo, que no disminuye sus capacidades intelectuales. Muere en 1892, su sepelio fue un reconocimiento a su labor intelectual y patriótica. A pesar de ello hasta el presente no existe ninguna construcción conmemorativa erigida a su memoria y la calle que lleva su nombre oficialmente, es más reconocida por el antiguo Santa Rita. Deuda que posee la ciudad Cuna de la literatura cubana con uno de su más destacado poeta.