De la tierra del “Sol naciente”. El judo y los camagüeyanos.

Foto: José A. Cortiñas Friman
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¿El Camagüey conservador y estancado?

Muchos de afuera y de adentro del país han tildado a los camagüeyanos de ser gente en extremo conservadora, demasiados apegados a costumbres y tradiciones ancestrales, enraizadas en el terruño por obra de la hispanidad. Esa simplista observación sobre el contexto social y cultural de los lugareños, de conjunto plural y diverso, nos llevaría a asumir la urbe y en ella sus ciudadanos como un hábitat detenido en el tiempo histórico, atrapada entre los siglos XVIII o XIX, haciéndose notar ese contexto ecológico como el de una «ciudad amurallada», «enclaustrada» y en condiciones de estancamiento de las mentalidades del etnos viviente.

Nada más injusto y distante de las realidades contextuales y socio-históricas. ¿Acaso el canario y escribano de la villa principeña devenido en poeta (también contrabandista de cueros y carne salada) Silvestre de Balboa no inauguraba un nuevo capítulo en la historia literaria de la Isla-archipiélago con la escritura de su Espejo de paciencia que dedicara al obispo Cabezas Altamirano, secuestrado por franceses en la villa de Bayamo. ¿No rompía con ese «conservadurismo» de tipo feudaloide de la sociedad colonial, en 1608? ¿Y el salto de la sociedad civil que pretendía imprimir el costumbrista Gaspar Betancourt Cisneros “El Lugareño”, al incorporar a la región natal el ferrocarril y así romper con el «estancamiento» económico y con «la rutina de criar vacas»? ¿Y la “medio millón” señorita Dolores Betancourt y Agramonte, que invertiría su fortuna en colegio de instrucción y atención a niñas y niños pobres? ¿Camagüey «estancada» y a la manigua se fueron decenas de «ilustrados» salidos del Instituto de Segunda Enseñanza y de la universidad habanera determinados a descabezar al gobierno centralizador y absolutista de la Isla dirigido desde Madrid? Sobran los hitos y los ejemplos para recambiar los juicios descalificadores de las perspectivas de desarrollo cualitativo y plural de la rica región del Camagüey.

Y del Japón nos vino el judo

El edificio ecléctico de Sociedad Popular de Santa Cecilia en la Plaza de la Merced fue un hito cultural, y un desafío a lo anterior realizado en materia arquitectónica en la urbe. Ciertamente sobresalía por encima de su competidor El Liceo, que con dinero de la oligarquía hatera primero y el de la burguesía después, compitiendo con el resto del conjunto patrimonial edificado en distintos períodos históricos en la Plaza Mayor, devenida Parque Ignacio Agramonte, en enero de 1899.

La Popular, sede de la Benemérita Sociedad Popular Santa Cecilia, sería toda música y bailes, y clases de solfeo y canto, y lírica y buen arte; que se colmaba de afamadas orquestas y celebridades musicales. Y para más, rompiendo con «conservadurismos», su junta directiva dejaría colocado por primera vez un tatami (colchón de lona) para la práctica del judo japonés. No lo saben muchos camagüeyanos. Fue un acontecimiento sin parigual. Más curioso aún ver entrenarse allí la primera mujer camagüeyana, Eunice Carmona. Fue noticia que en la segunda planta del edificio había sido constituida la Federación Provincial de Judo y Jiu-Jit-Su, el 22 de marzo de 1953, que presidiera el judoca Alfredo Recio Rodríguez.

Por La Popular desfilarían desde mayo de 1954, entre otros, los judocas primeros cinturón negro Heriberto García, Rafael Acuña, Nelson Aguilar, Salvador Betancourt y Guillermo Sabatés Belizón; quienes nos representarían en el primer certamen nacional de esa disciplina en La Habana. Hay que señalar que, debido a las facilidades brindadas por La Popular, por los resultados técnicos y competitivos alcanzados por esos atletas desde octubre de 1957, Camagüey pasaría a integrar la Federación Cubana de Judo, y merecería que el 5 septiembre de 1958 el Gran Maestro 6to. Dan cinturón negro del Kodokán de Tokio, Masayuki Takahama, acompañado del 7mo. Dan cinturón negro y ex campeón nacional Takanito Ichikawa, arribara a La Popular para intercambiar con los atletas de Camagüey. El periódico El Camagüeyano reseñaría tan singular acontecimiento y mostraría las fotografías de tan relevantes maestros del Kodocán, escenario cumbre del judo mundial.

Arraigo en la cultura local

Llegado el triunfo de la Revolución en 1959, La Popular vería retirar el tatami y el alejamiento de los practicantes. Poco después, en octubre de 1962, abría la Academia provincial de judo en la casa nro. 202 en la calle Lugareño. En tanto, la filmografía del maestro Akira Kurozawa, con Tochiro Mifume y Shintaro Katsu, entre otros actores de esa vanguardia japonesa, y los filmes La leyenda del judo, Trono de sangre, Los siete samuráis, Rashomon, entre otros clásicos, todo atraería de modo masivo a la pantalla del Casablanca, Guerrero, Encanto, Alkázar…, a centenares de aficionados dispuestos a subir al «colchón de judo de Lugareño».

Con avidez inusual se asumirían palabras y voces nada semejantes al castellano: Ippon-seoinage, Uchimata, Ushi-co-ushi, Seoi-otoshi, Tsurikomigoshi, Sumigaeshi, Yoko-guruma, Ko-sotogari, Yokotoshi, Kesawatame, Harai-goshi, Kata-guruma, Tomoenage y otras muchas voces provenientes del lejano Japón; a lo que se añadiría el saludo, la marcialidad y la disciplina. En resumen, los lugareños al nutrirse de esa sustancial parte de la cultura japonesa contribuían a descalificar el criterio referido por la historiografía burguesa en torno al «conservadurismo» local. Y a la par esa práctica del judo también desmantelaba tabúes, discriminaciones y miedos ancestrales y a hacer más actual, sólida y diversa la cultura de todos.

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