Céspedes y el Camagüey
Por tierra y por mar, criollos de Puerto Príncipe y de Bayamo comerciaban libremente; y los de la Villa de San Salvador pasaban al Príncipe. Puerto Príncipe y Bayamo llevaban cruzados apellidos ancestrales. Entre otros, los Agramonte, los Aguilar, los Aguilera, los Arcos, los Argote, los Arguelles, los Ávalos, los Ayala, los Tamayo, los Fornaris, los Guevara, los Lorente, los Najarro, los Orellana, los Ponce de León, los Pavón, los Zayas-Bazán…, y los Céspedes. Uno de ese último apellido hizo construir casa-colgadiza en la calle del Santo Cristo cercana a la iglesia Mayor, hacia el año 1740.
Y pasaría lo mejor para gloria y honor de la Patria, que el de Céspedes y el de Agramonte articularan no por ser ellos apellidos históricos en el proceso de formación del etnos insular; sino por llegar a ser hombres-paradigmas de Cuba, arquetípicos luchadores por la libertad, por el uni-verso de sus pensamientos de emancipación, hombres de esencias, de ética impar, de Ilustración superior y nueva, de formación humanista ambos, apasionados en amores, sin temerles a la muerte…
Uno «baja de la presidencia cuando se lo manda el país y muere disparando sus últimas balas». Del otro: «su luz era así, como la que dan los astros; y al recordarlo, suelen sus amigos hablar de él con unción […]»[1].
Es justeza y obligación mayor del cubano de hoy agradecer todos los días a Céspedes y a Agramonte por darnos para su defensa y fortaleza, Patria y libertad. Por esa pasión y ese amor no desmentido por la Isla. No hacerlo es de cobardes y traidores. ¡Nunca permitamos que se hable mal de ellos en nuestra presencia! ¡Nunca permitamos que se profanen u olviden sus nombres y lauros! ¡Que ellos no están “desaparecidos” ni en San Lorenzo ni en Jimaguayú!
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[1] Recomiendo leer el artículo de José Martí divulgado en el periódico El Avisador cubano, editado en la ciudad de Nueva York, el 10 de octubre de 1888, reproducido en el texto del historiador Juan J. Pastrana: Ignacio Agramonte. Documentos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, pp. 372-376.