Dos estrellas cruzaron su vuelo el mismo día de junio, pero en años distintos, para recordar que la dimensión de estos hombres quedaría grabada para la posterioridad.
Uno en el campo mambí nos enseñó la grandeza de su valentía y el deseo colosal de liberar a Cuba; el otro llegó desde Argentina para demostrar que no sólo se lucha por la tierra que te vio nacer, sino también por toda la que lo necesite y arrope en sus brazos como lo hizo esta isla agradecida.
No hace falta preparar una caballería mambisa ni mucho menos una tropa de barbudos para rendirle homenaje; el pueblo de esta isla se dispone desde San Antonio hasta Maisí en líneas de honor y orgullo regalarle a Ernesto Ché Guevara, el Guerrillero Heroico y a Antonio Maceo, el Titán de Bronce, el más cálido de los abrazos.
Ya llegan a caballo, vestidos del color de la patria enardecida, mientras la multitud de pueblo ovaciona a cada paso que avanzan. Se escucha el canto de los ángeles y junto a él, repiquetea la trompeta mambisa. Vuelven a nacer para el mundo los guerreros de la dignidad.


