El capitán Cristóbal de Lugones inspeccionó meticulosamente la carga y comprobó que estaba suficientemente asegurada para el viaje del embarcadero de la Guanaja al de La Habana.
Cueros de vacuno, carne salada, tocino, queso, casabe, miel de abejas y cera fueron situados en las carretas en Santa María del Puerto del Príncipe para trasportarlos hacia la Guanaja y situarlos en la nave Santa María, con destino a la venta en la capital habanera.
Antes de zarpar, la tripulación almorzó en el mesón La Marejada, famoso por sus exquisitas ofertas de pescados y mariscos.
El plato principal era camarones rociados con vino de Borgoña y salsa agridulce
Un fuerte viento y la lluvia pertinaz provocaron que la nave por poco se fuera a pique.
Melchor Ledesma, experimentado timonel, empleó su destreza para alejarse de los embates, que habrían podido generar un naufragio.
Días después, en una mañana, una lechuza se posó en la popa.
Los tripulantes quedaron sorprendidos al ver, a tanta distancia de la tierra, a un ave terrestre y de hábitos nocturnos.
El grumete José Lugones intentó golpearla con un palo, pero el ave escapó.
Al marinero Martín López lo encontraron en un amanecer muerto en su cama. Envuelto en mantas, lo lanzaron al agua, como era la costumbre.
Una noche se esfumaron las estrellas, y una estela de intensa luz surcó el cielo, de sur a norte, y estalló con destellos blancos y rojizos.
El viaje lo hacía también Martín de Mena, que iba a ver a su familia.
Tenía una barba blanca hasta la mitad del pecho, siempre estaba vestido de
negro, casi nunca hablaba y miraba de forma misteriosa.
–Ese hombre tiene mirada diabólica, comentó con la tripulación Melchor Ledesma. Yo creo que nos ha traído estas cosas raras.
Todos comenzaron a mirar con recelo al pasajero.
Otro mal tiempo volvió a poner en aprietos a la embarcación, las olas casi llegaban a la cubierta y Ledesma puso nuevamente en práctica su experiencia. para alejar a la nave de la perturbación.
Una noche los ocupantes de la nave se cruzaron con un barco totalmente apagado, en torno al cual una maniobra evitó una colisión.
Los tripulantes del buque Virgen María se preguntaron cómo el buque podía navegar así, y lo consideraron un barco fantasma.
Una madrugada cayeron granizos del tamaño de un ladrillo.
Los hechos extraños cesaron y la embarcación atracó en el puerto de San Cristóbal de La Habana.
El pasajero Martín de Mena descendió lentamente y en medio de su mirada diabólica comenzó a reírse maliciosamente.
En el muelle esperaban Martín Calvo de la Puerta, encargado de redactar el acta de compraventa de la mercancía, y el mercader Marco Antonio Ginovés, el adquirente de la carga.
Había sido una travesía azarosa y el viaje más extraño de la embarcación del buque Virgen María.
En este relato confluyen la realidad y la fantasía.