Por: MSc. Ricardo Muñoz Gutiérrez
Condenados los moncadistas y confinados al Presidio Modelo en octubre de 1953, dividida la oposición tradicional integrada por partidos políticos y personalidades movidas por diferentes intereses, Batista consideró que era el momento de crear una nueva imagen del régimen dictatorial; y en diciembre de este año lanzó la convocatoria a elecciones generales para el 1º de noviembre del ´54.
Para ello, el tirano debía realizar un mínimo de concesiones con el fin de “crear plenas garantías”. Una de estas concesiones era la amnistía de todos los presos por asuntos políticos. Durante los meses siguientes, la bandera de la amnistía fue enarbolada por los opositores, partidos y candidatos; Batista fue dictando, a cuentagotas, indultos a opositores hasta que dictó una “amnistía general” que no fue tal pues los moncadistas quedaron excluidos, por negarse a aceptar condiciones que les exigía el régimen.
Pasadas las elecciones, repudiadas por varios sectores, organizaciones y personalidades, la amnistía dejó de ser un tema público; los opositores se dedicaban ahora a ocupar sus cargos a todos los niveles y la amnistía de los moncadistas dejó de ser una reclamación al Gobierno. Era difícil encontrar algún artículo referido al tema, se temía ser tachado de subversivo por defender la libertad del autor de La Historia me absolverá que desde octubre de 1954 circulaba clandestinamente.
Una de las fuerzas por la amnistía de los moncadistas desde 1954 fue encabezada por un grupo de familiares que con pocos recursos trabajaba sin desmayo. En mayo de ese año habían lanzado su primer manifiesto pidiendo la libertad de Fidel y sus compañeros, los militares sancionados y los exiliados; en fin, de todos los presos políticos.
Lo que comenzó como organización “Madres Cubanas” se convirtió en el Comité de Familiares Pro Amnistía de los Presos Políticos que imprimió y distribuyó tarjetas con un grabado de una de las circulares del Presidio Modelo y fueron enviadas en cantidades a los familiares para distribuirlas entre personalidades, periódicos, revistas, estaciones de radio, etc. También en comisiones visitó periódicos solicitando la inserción de nota sobre la amnistía en tiempos en que el silencio al respecto era cotidiano, recogió firmas, casa por casa, fábricas, talleres y escuelas, para respaldar la petición de amnistía y envió centenares de telegramas.
En 1955 el movimiento fue creciendo. La toma de posesión de Batista como presidente el 24 de febrero lo obligaba a permitir ciertas libertades que fueron aprovechadas por el Comité Pro-Amnistía; mientras, Fidel y sus compañeros mantenían la digna posición de no transigir y continuar denunciando la violación de las leyes de los golpistas del 10 de marzo y los crímenes de la dictadura.
El 6 de mayo de 1955, Batista —como presidente de la República— firmaba la Ley de Amnistía que en su Artículo 3 reiteraba la posición ideológica del régimen al expresar que “Los beneficios de los dos Artículos anteriores en ningún caso serán aplicados a los delitos que hubieren tenido por finalidad o propósito directo o indirecto, propiciar la acción política injerencista del comunismo internacional, o favorecer sus planes o miras.”
Sus voceros la anunciaron como una daádiva del régimen; sin embargo, el tirano supo aprovechar la demanda popular para el beneficio del régimen y demostrar a sus seguidores el apoyo que tendrían desde el gobierno. Al conceder la libertad a los moncadistas, aprovechó el tirano el interés popular, para perdonar a quienes le servían. En el Artículo 4 concede:
… amnistía para todos los delitos y hechos presuntamente delictivos, sean dolosos o culposos, faltas, contravenciones, cometidos o que se imputaren a miembros del Ejército, de la Marina de Guerra, de la Policía Nacional, Policía Sereta y Judicial y cualquier otro cuerpo perteneciente a algún Ministerio, y otro Organismo del estado, las Provincias y los Municipios cuyas funciones sean de vigilar y perseguir delitos o contravenciones…
El triunfo del movimiento proamnistía no fue una concesión de la dictadura, fue un triunfó arrancado al tirano, por el consenso popular que abogaba por una noble, justa y humana causa; porque la justicia daba la razón a los que enfrentaron a la dictadura y sus militarotes y debía condenar a los que mediante las armas habían violado las leyes de la República y robado al pueblo la República y, por el Código Penal de entonces merecían estar en prisión.
Fuente:
Mencia, Mario: La prisión fecunda. Editora Política, La Habana, 1980. p. 268-272.


