La muerte de una persona siempre es pretexto para recordar su vida, y si es una de las plumas femeninas más notable de Camagüey, cuna de la Literatura cubana, implica un gran desafío hacerlo desde un acercamiento no estrictamente literario. Un aproximación a Aurelia Castillo, fallecida el 6 de agosto de 1920, conlleva a retar a sus admiradores tanto en el plano artístico, como los defensores de las voces feministas de la localidad.
Aurelia Castillo, es una de las personalidades más importante de la cultura cubana de los siglo XIX e inicios del XX, sus méritos literarios son múltiples, su huella a través de la poesía, las leyendas, las fábulas, las crónicas, y el epistolario – prosa más íntima – que sostuvo con diversas figuras, convida a reencontrarse con una mujer extraordinaria.
Por otra parte es innegable que el Camagüey le debe a la escritora por sus obras literarias la posibilidad de reconstruir desde la camagueyanidad, -para los foráneos un término inexplicable, pero para los locales casi un sinónimo de identidad -, la patria chica, aquella que la autora con un maestría peculiar dibujó en su vasta producción literaria.
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Si usted todavía tiene sus dudas, puede leer el soneto “En la muerte de El Lugareño”, dedicado a Gaspar Betancourt Cisneros, de igual forma al poetizar la leyenda del Agua del Tinajón, inmortaliza una de las tradiciones que ha llegado hasta nuestros días en la memoria cultural de los agramontinos y allende a su región.
Otras personalidades como Gertrudis Gómez de Avellaneda, de quien realizó una biografía, y a la vez fue también artífice de las diversas actividades celebradas para el centenario del nacimiento en 1914 de la escritora, y el libro “Ignacio Agramonte en la vida privada”, distinguen a Aurelia Castillo como adalid de quienes conoció y admiró, igualmente de aquellos que justiprecian sus coterráneos en la reconstrucción de la identidad local.
Su memoria
Sin embargo, duele que en su ciudad natal, pese a los esfuerzos por erigir un monumento a su memoria desde las primeras décadas del siglo pasado, no se haya podido concretar ese anhelo, pocos lugares lleven su nombre, el más importante es la antigua Escuela pública No 1, sus alumnos siempre le tributaron muestra de amor con varios gestos, entre ellos un album confeccionado con poesías y fotos que se exhibe en el Museo Provincial Ignacio Agramonte junto a otras de sus pertenencias.
Así mismo, pocos citadinos desde septiembre de 1920, cuando fue aprobada la solicitud por el Ayuntamiento para el cambio de nombre, logran identificar la antigua calle Astilleros, por el de esta gran camagüeyana.
Sin embargo, reconforta que investigadores del patio como la Dra. C. Olga García Yero, y otros del ámbito nacional hayan realizado estudios particulares sobre ella que devuelven la mujer, intelectual y sobre todo a esa camagueyana más cercana a sus paisanos.