Con similares presupuestos fundacionales que la «Filarmónica» de Puerto Príncipe, entusiasmada en el adelantamiento cultural del sector criollo ilustrado de la rica región pecuaria de Cuba, otra rama ilustrada citadina centraría esfuerzos en crear la Sociedad Popular de Santa Cecilia, esfuerzos que se verían coronados con su surgimiento, el 20 de noviembre de 1864. Entidad que integrarían camagüeyanos provenientes de la clase media y menos acomodada, «[…] pero decente de la sociedad principeña, a la vez que pudiese recibir los beneficios de una instrucción elemental, superior y artística, celebrara reuniones y fiestas adecuadas, estrechando así los lazos de confraternidad y fomentando la cultura entre sus componentes».[1]
De los orígenes de la Popular
Centrados en ese objetivo su directiva pondría la mirada sobre la casa señalada con el número 1 de la Plaza de la Merced, la que el 4 de septiembre de 1865 se hallaba en posesión de los esposos Manuel Agustín Molina Villavicencio y Ángela Molina Adán, entonces morada de dos plantas y techo de tejas, con aljibe, tinajones y piezas accesorias por el callejón de Mojarrieta, cubriendo una superficie de 552 metros², en la plaza de la Merced.
Reunión decisiva por La Popular
La reunión donde quedaría aprobado el proyecto se desarrolló en el salón de la directiva del teatro El Fénix, el 22 de noviembre de ese año, entonces en pequeño teatro abierto en el callejón de La Merced que habría sido arrendado por la directiva de la Popular. Ese día sus integrantes acordaron nombrarla “Sociedad Filarmónica de Santa Cecilia”. En esa oportunidad una treintena de miembros contrajeron la responsabilidad de impulsar la cultura de la sociedad camagüeyana.
Un fragmento de las palabras inaugurales del Lic. Juan Manuel García de la Linde destacarían: «[…] Unámonos y propendamos por el bien de la Sociedad, pues que será también el nuestro; trabajemos y moralicémonos con afán, y esforcémonos para que aparezcamos a los ojos de Cuba instruidos y sociables, porque consigamos que, modelo cada cual en su modo de vivir, se diga que las personas sensatas: «ese individuo tan morigerado, tan instruido, ese… es hijo de la Sociedad Popular».[2]
Vendrían días de gloria, de clases de música y demás expresiones artísticas por los cultores del parnaso regional. Entre tanto, el 8 de agosto de 1899, la directiva acordaría el arrendamiento de la casa de la calle de la Soledad marcada con el número 2, próxima a la plaza de la Merced, para de modo provisional trasladar allí la sede de la Popular. Meses después, el 2 de octubre, la directiva propuso al Ayuntamiento el cambio del nombre del callejón de la Merced por Popular, lo que sería autorizado el día 27. Señalamiento correspondido con el hecho de que la Sociedad venía funcionando en El Fénix, y en esa misma calle.
Después de gestiones, finalmente, la descendencia del matrimonio Molina-Adán vendería la casa de dos plantas nro. 1 al presidente de la directiva Dr. Ramón Virgilio Guerrero Betancourt, el 7 de mayo 1926.[3] El siguiente paso, -el 16 de enero-, la directiva acordaría demoler dicha casa ocupada en planta baja por la Junta Municipal de Educación y construirse allí la «Casa Social de la Popular», que luciría el estilo ecléctico, que todos admirarían el día inaugural, el 3 de junio de 1928.

Por fin el día esperado por todos, las representaciones de entidades y corporaciones citadinas se aglomeraron frente al edificio que, sin dudas, resignificaría uno de los espacios urbanos fundacionales y estructurantes de la antigua villa de Puerto Príncipe. Un año más tarde, en igual fecha, fue concluido e inaugurado el Teatro Ramón Virgilio Guerrero, «verdadero Palacio para la Cultura y el Arte», como fuera calificado por el Dr. Ramón V. Guerrero.[4] Por cierto, pocas personas advierten los detalles de las rejas de las cinco ventanas por el callejón de Mojarrieta, donde figuran las letras B, S, P, de, S, C, las mismas de la Benemérita Sociedad Popular de Santa Cecilia.
Un edificio que ha pasado a la historia
El edificio en la Plaza Charles A. Danna o Plaza de los Trabajadores, obra del arquitecto José S. Acosta O’Bryan, constituye hito de la arquitectura ecléctica en la ciudad. No hubo otra obra social-cultural en ninguna otra plaza de la urbe que presentase tanta singularidad. Precisamente, al resaltarse el escudo de la ciudad que fuera conferido por el monarca español Fernando VII, el 12 de noviembre de 1817, ese solo elemento alzaría su valor estético en fachada.
Al tiempo que la azotea en su esquina del edificio dejaría expuesta una torrecilla terminada en cúpula sostenida por dobles columnas. Arcos de medio punto y carpanel en primera planta realzan su entrada, desde la que parte hacia los pisos superiores una majestuosa escalera de mármol con rejas de hierro decoradas.[5]
Realizado en materiales de primera calidad, la edificación dejaría expuestos mármoles, falsos techos con motivos eclécticos, pisos de mosaicos imitando alfombras, lámparas de bombas, espejo central recubierto en madera preciosa y lujoso mobiliario; todo como conjunto ponderativo de una obra arquitectónica merecedora de exquisita refinado gusto estético y elegancia formal. Sin dudas, que entraría en disputa arquitectónica con el edificio ecléctico de la Sociedad Filarmónica, en el Parque Ignacio Agramonte, y con otros edificios de su tiempo histórico.
No obstante, tanto El Liceo como La Popular, acogerían a personalidades distinguidas del universo cultural cubano e internacional así como a agrupaciones musicales, entre otras: la cantante lírica Adelaida Cortesi, Amelita Galli Curci, Adelaida Ristori, el tenor Hipólito Lázaro, el maestro y escultor italiano Salvatore Buemi, Herminia Agramonte Simoni, Jorge Negrete, el maestro director de orquesta Jacinto Barbosa, el afamado maestro y caricaturista Conrado Massaguer, el compositor Medardo Vitier, Benny Moré y su Banda Gigante, el Acuarelista de la Poesía Antillana Luis Carbonell, los cantantes Tito Gómez y la orquesta Riverside, Esther Borja, la vedet Rosita Fornés, los cantantes cubanos Pacho Alonso y Barbarito Diez.
Rehabilitado por la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, en medio de obstáculos y barreras impuestas por el bloqueo norteamericano a la Mayor de las Antillas, le sería peraltado su valor simbólico de la edificación que abriría como Centro de Convenciones Santa Cecilia. A no dudarse, paradigmática edificación que conserva su simbolismo dentro del repertorio arquitectónico lugareño, no puede ser de otro modo, porque se trató de la sociedad cultural principeña y camagüeyana empeñadas en hacer del Camagüey una de las ciudades más cultas del mundo.
___________________
[1] Notas Históricas de la Benemérita Sociedad Popular de Santa Cecilia de Camagüey. Compañía
Impresora de Camagüey. 1921. Esta obra contó con una edición de 3000 ejemplares.
[2] Idem, p. 16.
[3] Compra que se efectuaría por el precio de 50. 000.00 pesos. Registro de la Propiedad de Camagüey. Tomo 47, Folio 44, Finca urbana 2 437.
[4] El Dr. Ramón V. Guerrero residió en la casa marcada con el número 10 en calle San Francisco y falleció en La Habana, el 12 de septiembre de 1928. Sus restos fueron trasladados a Camagüey, velados en el edificio del que fuera su promotor y desde allí acompañado por el pueblo fue inhumado en el Cementerio General. El querido galeno fue presidente del Colegio Médico y miembro del Club Rotario. Por todo, mereció del Ayuntamiento que la calle Popular fuera renombrada «R. V. Guerrero».
[5] Colectivo de autores: Guía de arquitectura y paisaje. Camagüey-Ciego de Ávila. Sevilla-Camagüey, Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio. Fomento de la Arquitectura, Cooperación Internacional, 2009.