Fue Puerto Príncipe una de las primigenias Villas insulares cubanas creadas al paso de la hueste guerrera, en el siglo XVI. Entonces estaba la macrorregión incursionada por los primeros núcleos aruacos provenientes del continente, ciertamente, sus primeros pobladores, a quienes les arrebataron el hábitat españoles aventureros y ambiciosos de oro.
Del litoral norteño al centro de la vasta sabana, entre las aguas de los ríos Hatibonico y Tínima, quedaría asentado para siempre el verdadero germen del Pueblo, integrado por aborígenes, africanos y españoles de todas las “Españas”; dicho de esta manera debido al origen de los andaluces, extremeños, canarios, gallegos…que lo poblarían y harían crecer y desarrollarse.
Pasado el primer siglo colonial, los criollos se batieron por la “patria chica” y defendieron con ardor lo poco construido, las primeras iglesias y ermitas rústicas, que piratas venidos de Bretaña querían saquearles. Así volvería a ocurrir, con mayor vertimiento de sangre lugareña: de criollos, aborígenes, negros y mestizos, -aunque se quiso invisibilizar- para rechazar la agresión de los atacantes galos. Todo válido para reforzar la identidad y apego al terruño, al paisaje natural y urbano en ciernes, y a las primeras costumbres y tradiciones, y a la incipiente cultura, y a la religiosidad hispana y a la de los venidos de África.
Florece la Villa
Los siglos XVIII y XIX fueron de consolidación de todo lo anterior. Como nunca antes crecería el número de templos para el culto y para estrechar la unidad del pueblo, principal actor de los cambios y recambios. Emergieron nuevos barrios, parques, espacios para el esparcimiento, calles…Le nacieron casas de gran calibre a las plazas, donde las familias adornaban paredes con pinturas y otros decorados, y los patios hacían que todos en la casa salieran a entrar en contacto con el diminuto paisaje del campo, entre tinajones y flores.
Y qué decir de las celebridades del Camagüey, de sus mujeres y hombres de letras, de sus músicos; también de sus juristas y hasta de sus guerreros “improvisados” por circunstancias especiales de luchas emancipadoras.
Justo reconocimiento
Fue justa la decisión de declarar al Camagüey Monumento Nacional de Cuba. Nada que ver con monarca alguno español, que ninguno le visitara.
De ese modo por medio de la Resolución Nro. 003, de 10 de octubre de 1978, publicada en la Gaceta Oficial de la República de Cuba Nro. 082, en Edición Ordinaria, dada La Ciudad de La Habana, Año LXXVIII, del Resuelvo 3, p. 1153, de 10 de noviembre de 1980; quedaría ratificada de modo oficial la buena nueva para el Centro Histórico de la Ciudad de Camagüey. El pueblo se sintió honrado y orgullo de ese reconocimiento.
Y años después volvería a ganar la ciudad patrimonial un reconocimiento distintivo mayor de valor Universal.
La creación del Pueblo Nuevo del Camagüey no resultó en vano.


