Del Adalid camagüeyano

Foto: José A. Cortiñas Friman
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Al dejar atrás el Centro histórico de la ciudad de Camagüey y emprender el camino por la Avenida de los Mártires hasta el final, un agradable y reverdecido parque urbano invita a tomar un respiro a la sombra y acercarse a la historia de 4 camagüeyanos, que fueron fusilados en esas tierras hace ya mucho tiempo.

La Plaza Joaquín de Agüero, comúnmente nombrada por la población: “La Plaza Méndez”, surge como una necesidad de dar a conocer la importancia de este lugar para los camagüeyanos.

Su historia la ubica como centro de los hechos ocurridos a los patriotas Joaquín de Agüero, Fernando de Zayas, Miguel Benavides y Tomás Betancourt, ejecutados por el régimen español acusados por defender sus valores patrios, el 12 de agosto de 1851. El obelisco levantado en el extremo del lugar es un homenaje a estos mártires.

Un encuentro casual

En busca de esos secretos que guarda la historia y que no siempre resultan los más notables en la biografía de un patriota, me fui hasta el obelisco y allí me encontré con el combatiente Víctor Hernández Atiénzar, compañero de la lucha clandestina de José Ramón Sánchez y ferviente admirador de Joaquín de Agüero.

Luego del saludo me cuenta que cada año, antes de finalizar el curso escolar trae a sus alumnos de un círculo de interés a este lugar y les habla del valor de los mártires de 1851, pues según su criterio los jóvenes deben acercarse a estos valientes.

El hijo ilustre del Camagüey

El 15 de noviembre de 1816 nació ese hombre de espíritu liberal, quien  resolvió dar la libertad a sus esclavos, cuando aún la abolición del régimen parecía muy distante.

Joaquín de Agüero y Agüero cursó estudios en su natal Puerto Príncipe, y también en La Habana. En 1840, con 24 años y el título de Bachiller en Leyes, se hizo cargo de los negocios de la familia al fallecimiento de su padre. En 1842 junto a algunos vecinos fundó una escuela pública gratuita, en el poblado de Guáimaro.

Abogó por el cese de la esclavitud y el 23 de enero de 1843 concedió la libertad a sus ocho esclavos, a los que les entregó tierras, instrumentos de labranza y dinero; para que forjaran su nueva vida.

Este hecho motivó que fuera llamado por el jefe político y militar de la jurisdicción, para interrogarlo acerca de los motivos de esta acción, a lo que Agüero le respondió:”¡Cumpliendo un deber de humanidad y de conciencia!”

A fines de 1849 participó en la fundación de la Sociedad Libertadora de Puerto Príncipe, organización clandestina cuyo objetivo era la preparación de un levantamiento armado contra el poder español, y que extendió sus actividades a otras partes de la Isla.

Levantamiento en armas

En apoyo a la expedición de Narciso López, a quien suponía que había desembarcado con éxito, se levantó en armas con unos 60 hombres en un lugar conocido como El Palenque o El Farallón, en Camagüey.

El 23 de julio fueron capturados y encerrados en el Cuartel de Caballería, hoy Museo provincial Ignacio Agramonte. El consejo de guerra decretó la pena de muerte para él y para sus compañeros Fernando de Zayas, Tomás Betancourt y Miguel Benavides. El 12 de agosto fueron ejecutados en la finca de Méndez

De regreso

Hemos conversado sobre la valía de Agüero y sus compañeros y es hora de regresar, le agradezco a Víctor por este viaje en el tiempo; le pregunto si hay algo particular en la vida de ese patriota que le conmueve, se queda pensando y con luz en la mirada comenta:

Ante gestiones de las damas camagüeyanas para que conmutaran su pena de muerte Agüero respondió: “Sé que la vida me va en ello, pero no me haré traición a mí mismo, siempre he sido fiel a mis principios de honradez y nada recuerdo haber hecho en el transcurso de mi vida, que pueda avergonzarme”.

 

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