El alzamiento en las Clavellinas: ¿Apoyo tardío desde el Camagüey?

Foto: Archivo OHCC
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El alzamiento de Las Clavellinas marcó el inicio de la entrada organizada militarmente del Camagüey a la guerra independentista de los Diez Años, acción que constituyó para la contienda un baluarte trascendental.

La provincia camagüeyana posee varios monumentos dedicados a hechos significativos de la Guerra de los Diez Años. Entre ellos destaca el ubicado en Las Clavellinas, lugar donde se dieron cita en la madrugada del 4 de noviembre de 1868, un grupo de 76 patriotas que marcaron la entrada organizada del Camagüey a la lucha armada.

¿Cómo se desarrolló el acontecimiento y cuánto repercutió en la historia patria? son preguntas que pueden parecer retóricas, pero sus respuestas requieren una mirada acuciosa a uno de los momentos transcendentales en la formación de la nación cubana.

En ocasiones, la historiografía de la Guerra Grande muestra algunos estigmas sobre la incorporación tardía de los camagüeyanos a la guerra. Sin embargo, un acercamiento a los hechos permite valorar con mayor profundidad referencias que parecen aisladas, pero que son visos del propio proceso independentista cubano en la región.

La incorporación de Fernando Agüero Betancourt y otros patriotas, en el mes de octubre, atacada y disuelta por las autoridades españolas -que luego se reagrupa y opera entre el sur del actual Vertientes y el oeste de Santa Cruz- es un primer indicio.

Más tarde, Manuel Arteaga -amigo de Agüero Betancourt- secunda su acción y se incorpora con una tropa de 46 hombres. Bernabé Montejo, con otro grupo, opera en las inmediaciones de Santa Cruz; mientras Lope Recio Borrero lo hace por la finca las Pulgas, y Pedro Recio Agramonte maniobra en La Quemada, donde tenía sus propiedades.

Especial atención requiere el levantamiento de los hermanos Agusto y Napoleón Arango Agüeros. El primero toma los poblados de Sibanicú y Cascorro el 30 de octubre; mientras Napoleón, por su parte, ocupó Guáimaro el 4 de noviembre. En ese lugar, hace prisioneras a las fuerzas de la Guardia Civil que allí se encontraban.

Estas acciones demuestran que en el territorio camagüeyano sí hubo apoyo a la causa independentista casi de inmediato; aunque, como en otras regiones de Cuba, los criterios sobre el inicio de la contienda no eran homogéneos entre los conspiradores.

Razones no faltaban a los implicados: unos alegaban el riesgo de ser descubiertos; y otros, la necesidad de garantizar mayores recursos logísticos y económicos. La lucha por la independencia de Cuba obliga a percibir los matices que todo acto de este tipo lleva implícito.

No se puede soslayar que meses antes, la Junta Revolucionaria de Camagüey -encabezada por Salvador Cisneros en conversaciones con los orientales- había precisado que era imprescindible asegurar las condiciones necesarias para el levantamiento armado.

La situación en la localidad desde el 10 de octubre era casi insostenible. El teniente gobernador Julián Mena evacúa el Convento de la Merced para acopiar víveres y otros pertrechos, refuerza la vigilancia, levantan barricadas por la ciudad y se proclama el estado excepcional para amedrentar a los simpatizantes, colaboradores y patriotas comprometidos.

De forma inmediata, Manuel de Jesús Valdés Urra “Chicho” parte hacia la zona de Guaicanamar, entre Puerto Príncipe y Santa Cruz del Sur; lo acompaña Bernabé Varona (Bembeta).

Más tarde, la organización de la ofensiva española desde la ciudad y el envío de refuerzos -información que ofrece José Ramón Betancourt sobre armas y municiones que llegarían desde La Habana a Nuevitas- conllevaron a cambios de planes entre los patriotas camagüeyanos.

No se hace esperar la decisión. Salvador Cisneros ya había respondido a José Ramón: “pierda cuidado que no llegarán”. Junto con Eduardo Agramonte, cita a tres patriotas para la Sociedad Filarmónica para esa misma noche. Allí, para secundar al movimiento, deciden encontrarse en el paso río Saramaguacán o Las Clavellinas del camino a Nuevitas.

En el sitio seleccionado, el grupo de 76 hombres -entre los que no estaban ni Cisneros, ni Ignacio Agramonte, dedicados a otras labores revolucionarias e incorporados el 5 y 11, respectivamente- va hacia el ingenio “El Cercado”.

Eduardo Agramonte Piña organiza militarmente la tropa. Jerónimo Boza Agramonte fue elegido jefe superior, y Gregorio Boza, segundo jefe. El mando de los siete pelotones quedó a cargo de Ignacio Mora de la Pera, ­Manuel Boza Agramonte, Martín Loy­naz Miranda, José Recio Betan­court, Eduardo Agramonte Piña, Francisco Arteaga Piña y Manuel Agramonte ­Porro.

De nuevo los Betancourt, Agramontes y Agüeros, entre otros camagüeyanos, hacen suyas las ideas emancipadoras. El Camagüey en pie de guerra, entre los vítores de “Viva Cuba Libre” y “Viva Carlos Manuel de Céspedes”, constituyó para la contienda libertadora un baluarte trascendental.

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