El camino de hierro de Santa Cruz del Sur, historia de perseverancia

Foto: Cortesía de la autora
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La construcción del camino de hierro a Santa Cruz del Sur fue uno de los procesos más contradictorios que tuvo el ferrocarril regional. Pese a estar entre los anhelos del precursor del ferrocarril principeño, Gaspar Betancourt Cisneros, su realidad se concretó más de medio siglo después.

¿Cuáles fueron las causas de la demora? Los argumentos, a partir de un examen histórico, son complejos y diversos. Los intereses contradictorios de hacendados azucareros y ganaderos, y la escasez de capital postergaron inicialmente la obra, a pesar de que la zona santacruceña era de las más importantes de la producción ganadera, y el beneficio para la exportación de reces era incuestionable. Más tarde, en el siglo XX, ocurrió el aplazamiento de las compañías ferroviarias involucradas.

En 1894 -como la presencia de ingenieros militares españoles en la historia del ferrocarril nacional fue común- el comandante del Ejército Español Juan Campuzano elaboró los planos para la construcción de las vías férreas hasta Santa Cruz del Sur, proyecto que se había discutido en el Ayuntamiento tanto local, como en Puerto Príncipe, anteriormente bajo el auspicio de Miguel Rodríguez Ferrer.

Un año más tarde, bajo las órdenes del ingeniero Mario García Menocal se ejecutan 500 metros de rieles y un kilómetro de terraplén. La obra se paraliza por la guerra de 1895. No obstante, en 1899, con la visita del capitán general de la Isla, Manuel Salamazos Negrete, se determina la construcción del ramal hasta Puerto Príncipe.

En ese mismo año, por acuerdo del Ayuntamiento de Santa Cruz, se redacta una solicitud firmada por numerosos vecinos con contundentes argumentos que expresaban la necesidad de llevar a cabo el anhelado proyecto. La entrega la realiza Carlos Manuel de Céspedes y Quesada -hijo del Padre de la Patria y de Ana Quesada- al general norteamericano John R. Brecke.

Muchos intentos se efectúan para concretar un camino de hierro en el pueblo santacruceño. El 5 de julio de 1906, Tomás Estrada Palma aprueba la ley que permitiría la construcción por compañías privadas de doce ferrocarriles, entre ellos el de Santa Cruz del Sur; y a la vez le concede una subvención de 6000 pesos por cada kilómetro realizado.

Ni la compañía Ferrocarril del Norte de Cuba, presidida por el magnate cubano José Miguel Tarafa, que había logrado la licitación en 1912, logró cumplir su cometido.

Por otra parte, en 1915, luego de diversos concilios entre empresas ferroviarias con el beneplácito gubernamental, se firma el Decreto Presidencial 1699 –el cual otorga a The Cuba Railroad Company, la concepción para la construcción del camino de hierro hasta Santa Cruz.

El periodista y congresista camagüeyano Walfredo Rodríguez Blanca, con relaciones sociales importantes e intereses personales en la obra, estimula y promueve su establecimiento.

La llegada de las locomotoras, los coches, los vagones, los rieles y la puesta de las traviesas son recordadas como un festejo extraordinario de la localidad, en especial el encuentro entre las dos cuadrillas de vías que se unieron en Aguilar para completar la vía férrea.

Como era usual en estas labores, un primer tramo de 34 kilómetros entre Vertientes y Camagüey queda abierto el 18 de mayo de 1923, mientras el 14 de diciembre sale el primer tren con funcionarios públicos del gobierno, de la Compañía, entre otros.

A las 9:15 a.m. lo hace desde Santa Cruz del Sur, y así queda inaugurado el camino de hierro de 99 kilómetros entre la capital provincial y Santa Cruz del Sur, con la circulación de los trenes de pasajeros 401 y 402, además de dos trenes de cargas.

El acontecimiento acaparó las noticias en el periódico El Camagüeyano. El periodista Juan Figueroa Pagés describe múltiples detalles. La jornada de inauguración incluía diferentes actividades: un tren excursionista desde el lugar, juegos de béisbol en Santa Cruz del Sur por el team del Club Atlético Ferroviario, entre otros festejos que duraron tres días.

Resaltaba la alegría del pueblo. El primer pasajero en adquirir el boletín fue Miguel Ángel Ortiz, apodado Pinene, quien fue eximido del pago.

Hoy, en la memoria cultural de los santacruceños es imprescindible el recuerdo de aquellos inicios en los que los sonidos de las ruedas, los silbatos y las voces de los trabajadores del ferrocarril se entremezclaban con el movimiento de los pasajeros y el acarreo de las lecheras, mercancías para sacar del aislamiento a una de las poblaciones más importantes del Camagüey.

Una de las instituciones de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, el Museo Ferroviario, invita a disfrutar de parte de esta historia.

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