Confirmada la noticia sobre la muerte en combate del Mayor Ignacio Agramonte Loynaz, por el presidente de la República en Armas Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo; este designaría entre sus cercanos generales al Mayor General dominicano Máximo Gómez Báez para que el corajudo y experimentado oficial de caballería asumiera, no reemplazara, la jefatura militar del Camagüey. De ese modo se evitaría el colapso de la revolución en la región, después de tantos esfuerzos que realiza el ilustre abogado cubano para llevarla victoriosamente adelante. Nada estaba perdido.
Sabida la eficiente hoja de servicios militares del oficial dominicano no solo en su terruño natal sino en la campaña realizada en el valle de Guantánamo, entre otras acciones combativas ejecutadas en el oriente insular, no había tiempo que perder en tomarse la decisión, tampoco Céspedes contaba con otro jefe que reuniera la cultura ni las virtudes personales para desempeñar tan elevada responsabilidad: tratar de impulsar la lucha en una región de poco más de 20 mil kilómetros cuadrados de superficie, para más, en instantes cruciales en que el enemigo podría aprovechar un intento por pasar a la ofensiva estratégica, por cierto, lo que no fue capaz de calcular.
Corrían los días …
Ya Gómez, el 1º de julio, en la finca San Diego, “después de una marcha tan larga y fatigosa”, traba contacto con el digno camagüeyano Francisco Sánchez Betancourt quien le ofrecería “confidencias” relativas a la situación operativa en el territorio. A seguidas dirige “con hombres prácticos y de toda confianza que me proporciona Betancourt” oficio urgente al jefe interino del cuartel Julio Sanguily Garrite dándole cita en el campamento, finca La Horqueta, el día 7 de julio de 1873.
El día 5 sería recibido con admirable cortesía y atenciones por el Inglesito, Henry Reeve, en su campamento situado en la finca La Crimea, sobre la ruta al cuartel general de la caballería, en La Aurora. Fue precisamente en este último lugar, donde se recibió el anuncio de la llegada del “Mayor” al campamento de la oficialidad, -de seguro Reeve, con el ceño fruncido y algo de asombro en la mirada que dirigiera a sus cercanos compañeros, instante en que espetaría en señal de rectificación que “el Mayor había sido uno y había caído en Jimaguayú”-, lo que no significaba rebajar la jerarquía y méritos militares sabidos del jefe dominicano; más bien pareció su precisión de un énfasis ponderativo hacia el querido líder caído, que tanto se admiraba aún entre los soldados del Camagüey.[1] Como prueba de franqueza y amistad combativa hacia Gómez, Reeve le obsequiaría un caballo.
Gómez al mando
Luego de saludos y cambio de órdenes, por fin en La Horqueta, el día 7, Máximo Gómez recibió el mando del Departamento Militar de Camagüey. Ya en la tienda de campaña Gómez escribiría en su Diario: “Después que he presentado a Sanguily las órdenes del Gobierno he quedado hecho cargo del mando, sin ceremonias, del Departamento. Hago formar toda la fuerza y me propongo dirigirle la palabra, pero me siento impresionado y apenas puedo coordinar las ideas”.
A la siguiente mañana del día 8 sobre la reverdecida pradera camagüeyana, Gómez pasaría revista a 500 jinetes y 800 infantes, contingente que integraba las fuerzas de Las Villas subordinadas a Agramonte. En esa ocasión Gómez dejaría escrito con toda viveza: “A la vista de este pequeño cuerpo de Ejército, pero bien ordenado y organizado, no era por menos sentirse vivamente preocupado con el vivo recuerdo del General Agramonte (…) Agramonte inspirado en puro patriotismo dejó asegurada la Revolución en esta parte (…) Yo me he sentido a la vista de todo esto casi envidioso del General en su tumba”.[2]
A continuación, entre otros cambios, Gómez reestructuró la División de Las Villas, solicitó a sus combatientes en Oriente su retorno para fortalecer el nuevo mando y dispuso la incorporación en esas unidades de los combatientes que permanecían en las Prefecturas, nombrando al coronel Julio Sanguily, jefe de operaciones de las Brigadas del Norte y el Este.[3]
Tras esto, en Antón de Guanausí, el 10 agosto, fue dada nueva estructura al Tercer Cuerpo de Ejército Libertador del Camagüey. En lo adelante Gómez iniciaría una fuerte campaña para desalojar a los soldados hispanos del Camagüey. Sólo con esa tropa dotada de férrea disciplina, alta moral combativa y coraje extremo, lograría resultados dignos de su cargo y nueva responsabilidad, como quedaría probado en los nuevos escenarios de combate. Y en esa nueva campaña marcharía a su lado el invicto Mayor Agramonte.[4]
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[1] Souza, Benigno: Máximo Gómez. El Generalísimo. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1972, p. 83.
[2] Las notas han sido tomadas de: Diario de Máximo Gómez. Colección Centenario, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1968.
[3] Julio Sanguily hasta había ocupado la jefatura interina del Departamento Militar de Puerto Príncipe tras la muerte del Mayor Agramonte.
[4] Vale la pena incorporar la expresión de Gómez relativa a su criterio ponderativo sobre el Mayor, que ganó tan pronto arribó al Camagüey y tras sostener los primeros contactos con la oficialidad y soldados: “!Ah, cómo no nos unió el destino en el campo de batalla! Como nos hubiéramos completado quizás y quién sabe si yo lo hubiera hecho vivir para la Patria antes que morir para la Gloria”. En: Pastrana, Juan Jiménez: Ignacio Agramonte. Documentos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, p. 347.