La escuela pedagógica de nuevo tipo
Atrás quedó el Instituto de Aplicación o Instituto de Segunda Enseñanza de Puerto Príncipe, de 1864. Fruto de las urgencias y necesidades educativas de la Revolución Cubana nació en nuevo tiempo el flamante Instituto Superior Pedagógico “José Martí” de la ciudad de Camagüey.
Miles de maestros y profesores salieron felices de sus aulas para servir al territorio agramontino y hacer mejores instruidos en el pensamiento, en las ciencias, en las letras y en las demás materias útiles, a los miles de alumnos que colmarían las escuelas citadinas y rurales.
Armados de cartillas y libros, los maestros salieron a templar el espíritu de niños y jóvenes, hijos de trabajadores y campesinos; y a hacerlos leer las páginas de la vida. A enamorarlos con la verdad de la ciencia, que despeja la mente de la ignorancia y la incultura y hace el hombre inteligente y más útil a su país.
El edificio moderno y todo de blanco del nuevo Instituto Pedagógico asomó sobre el perfil casi plano de la urbe y muy cercano al de la primera universidad construida por la Revolución, que llevó el nombre del héroe epónimo del Camagüey “Ignacio Agramonte Loynaz”.
Los dos formadores de profesionales de alta calificación, los dos integrados por prestigiosos profesores y académicos, los dos enfrascados en forjar hombres y mujeres integrales comprometidos con la Patria nueva, los dos para brindar solidaridad y asistencia a pueblos hermanos.
Del plantel pedagógico camagüeyano salieron las primeras graduaciones de profesionales de la Educación -no sin antes haberse enfrascado cada cual en el aprendizaje a conciencia y desvelos y a aprestarse al rigor de los exámenes.
El “Pedagógico”, así a secas, mencionado con cariño por sus alumnos de los primeros lustros de creado, fue modelo y todo un suceso cultural y educacional. Ciertamente, el ambiente de superación que impregnó en todos ocasionó que se atrajese una explosiva matrícula de maestros y profesores, demandando mayor superación y perfeccionamiento del magisterio de instruir y enseñar.
La experiencia fue enriquecedora. Dio frutos rápidos el árbol. Los educandos tuvieron al frente de cada aula mejores maestros y pprofesores. El nivel de conocimientos adquiridos estuvo acompañado de una amplia formación de valores. La calidad del espíritu humano ha tenido resultados palpables en los años transcurridos de Revolución. Hasta quienes se alejaron del país sienten orgullo de haberse graduado en el prestigioso plantel pedagógico.
El Contingente Pedagógico “Ernesto Che Guevara” integrado por cientos de jovencitos camagüeyanos conducidos y cuidados por sus preceptores, que partió a la hermana República Popular de Angola -cuando todavía no se habían apagado en algunas regiones del vasto territorio angoleño los fusiles de la guerra, en 1978- ratificó el altruismo de la obra educativa revolucionaria cubana y de la profunda sensibilidad solidaria del profesorado camagüeyano. Siempre dispuesto a cumplir cualquier misión y tarea que fuese preciso realizar en el archipiélago y fuera de Cuba. El “Che Guevara” cumplió, como lo hicieron con honra los militares de la Isla que salieron a luchar contra el apartheid.
Fue herencia recibida del sacerdote revolucionario Félix Varela Morales, del maestro José de la Luz y Caballero, del Apóstol cubano José Martí y del Líder Histórico de la Revolución Fidel Castro Ruz. Ellos fueron los precursores de ese recambio urgente que necesita el mundo, no imposible de lograr, para crear el Hombre Nuevo. Y en ese camino de tan larga duración histórica preñado de todo tipo de amenazas y recurvas sociales, la Mayor de las Antillas lleva la delantera, encendiendo almas y despertando siglos.
Esas lecciones de tan digna historia tienen que ser presente y futuro en la transmisión de los conocimientos. Y que cada cual de los alumnos que aprenden de sus maestros y profesores experimenten esa misma pasión y voluntad para colocarse un día frente a un aula, y poder transmitir la verdad del magisterio humano. Se habrá cumplido bien con la obra de la vida.