Enrique Loynaz del Castillo, un coloso de la independencia cubana

Foto: Tomada de internet
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Por: Raúl Cristovo

 

Nació en Puerto Plata, República Dominicana, el 5 de junio de 1871. Sus padres, cubanos, residían en la casa destinada a la delegación revolucionaria en esa ciudad. Graduado de bachiller en ciencias y letras y más tarde de profesor.

En 1885 participó en una expedición de los generales Serafín Sánchez y Francisco Carrillo, que de acuerdo con Máximo Gómez, vendría a Cuba.

En 1892 se entrevistó con José Martí en Nueva York y se comprometió a colaborar con la organización del movimiento revolucionario. Fundó en 1893 el semanario separatista “El Guajiro”, por el que fue multado y detenido en varias ocasiones además de ser fundador de la Empresa de Tranvías de Camagüey. El 19 de marzo de 1894, Martí le entregó un armamento, que embarcó dentro de los carros de la empresa; fue denunciado y logró escapar por los montes de Santa Lucía, embarcándose hacia Nueva York.

Enrique, mambí

Ingresó en las filas del Ejército Libertador el 24 de julio de 1895, como miembro de la expedición del vapor James Woodall, que desembarcó por Tayabacoa, en la costa sur de Las Villas, bajo el mando del mayor general Carlos Roloff; para poco después combatir como Jefe del Estado Mayor de la Primera División de Las Villas, que comandaba el General Serafín Sánchez.

El 3 de septiembre de 1895 concurrió como representante a la Asamblea Constituyente de Jimaguayú y fue redactor de la Declaración de Independencia, contenida en la Constitución allí aprobada.  Formó parte de la Columna invasora encabezada por Antonio Maceo. Precisamente se desempeñó como ayudante de este último, siendo además el compositor del Himno Invasor, el 15 de noviembre de 1895.

Participó en todos los combates de esa etapa, destacándose, entre otros, en los de La Reforma, Boca del Toro, El Quirro, Batalla de Mal Tiempo, Santa Isabel, La Colmena, Coliseo, La Entrada, Calimete y El Estante. En enero de 1896 fue nombrado Jefe del Estado Mayor del Cuarto Cuerpo, continuando bajo la jefatura de Serafín Sánchez.

Se destacó en el combate de Paso de las Damas, un 18 de noviembre de 1896, donde cargó contra los españoles para rescatar el cuerpo sin vida de su jefe, tras cuya muerte quedó encargado interinamente de la inspección general del Ejército Libertador.

El 1 de enero de 1897 fue designado Segundo Jefe de la Infantería del regimiento expedicionario, el cual operaba en la provincia de Matanzas, subordinado al General de División Avelino Rosas, Jefe de la Primera División del Quinto Cuerpo. Un mes más tarde lo nombrarían Jefe del Estado Mayor del Mayor General José María Rodríguez, Jefe del Departamento Occidental, cargo que ocuparía hasta terminar la guerra, licenciándose del ejército con los grados de General de Brigada.

Después de la guerra

Ya en la primera etapa del siglo XX fue secretario del cuerpo de policía y también se desempeñó como representante a la Cámara de Representantes por la provincia de Camagüey. En 1906 participó en el enfrentamiento a las maniobras realizadas por el presidente cubano Tomas Estrada Palma, para mantenerse en el poder.

Dirigió varios combates contra las fuerzas gubernamentales e incluso resultó herido. Años después también participó en el alzamiento de los liberales contra la reelección del presidente Mario García Menocal, en febrero de 1917. En los años de la década del treinta combatió al régimen dictatorial de Gerardo Machado.

En los últimos años de su vida se desempeñó como asesor del Ministerio de Estado, desde donde sobresalió por su oposición al régimen del dictador Leónidas Trujillo, en República Dominicana. Escribió la obra Memorias de la Guerra, para después retirarse de la vida activa en 1947.

El 10 de febrero de 1963, a los 92 años de una vida insigne, consagrada a la libertad, fallecía el amigo del Maestro; el edecán del Titán de Bronce, el expedicionario de “James Woodall”, el autor del Himno Invasor; el general Enrique Loynaz del Castillo, coloso de la independencia cubana…

Como poeta fue muy inspirado, la contienda libertadora y sus héroes le dieron abundantes motivos y sus versos se popularizaron en los labios de muchos combatientes que los memorizaban con ardor. Estos corresponden a su poema titulado “El beso de Playitas”:

Martí, Máximo Gómez, ministros del destino,

de pie sobre el esquife, juguete de las olas,

por fieros arrecifes abriéronse camino,

retando las tinieblas, las iras españolas.

 

Fijaron en Playitas la Estrella Solitaria;

cayeron de rodillas y besaron la tierra,

y fue un ardiente beso, de intensa luminaria,

que prendió sobre Cuba las llamas de la guerra….

 

Bibliografía

Diccionario Enciclopédico Militar. Tomo I. Ediciones Verde Olivo, La Habana

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