Entre tabúes e intolerancias: Frasquito Agüero

Foto: Archivo OHCC
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El entorno social de Frasquito

Por la fecha del nacimiento del joven principeño[1], existían en la región de Puerto Príncipe poco más de 25 mil habitantes, con más de 6 mil esclavos, mayoritariamente concentrados en la cabecera regional. Próxima a su casa familiar había sido instalada la Real Audiencia, en 1800; también cercana abría puertas la llamada Casa de Sociedad o Liceo, que hacía frente a la Plaza Mayor, que separaba por áreas a blancos, a negros y a mestizos.

Y en la esquina, el edificio del poder dominante: el Cabildo o Ayuntamiento de serviles que defendían al poder omnímodo del Capitán General. Cercana igualmente a su morada, la de su padre sanguíneo.

Creció Frasquito en medio del torbellino y muerte ocasionada por esas autoridades principeñas a los seguidores rebeldes del negro libre habanero José Aponte, que luchaban contra la trata esclavista y la degradante discriminación. En Puerto Príncipe se llevaría a cabo el ahorcamiento de 8 rebeldes y flagelados varios seguidores en la plaza principal del pueblo de Frasquito.

Pasado ese tiempo se nos desdibuja el joven en el Camagüey. Hasta saberse que viaja a Nuevitas y a La Habana, adonde su hermana Vicenta Agramonte y Velasco –véase el apellido Agramonte-, esposa de José María Zequeira Acosta, vástago de Juan José Zequeira Palma-Beloso, segundo conde de Lagunillas.[2]

Francisco Sedano y Galán, el Teniente Gobernador y presidente del ayuntamiento tenía su casa en la calle Contaduría, por cierto, cercana a la de Josefa de Velasco y Agüero madre de Frasquito, en la calle San Diego, y la de alto y bajo donde residía su padre de Frasquito, casi esquina a la de San Diego[3].

Cabe presumir que le conociera Frasquito a Galán, mientras paseaba con su madre por esa viaja calle donde residía este, a sabiendas de lo tanto que era fustigado por sus métodos déspotas y represivos.

Frasquito y los tabúes de la época

En sus años infantiles debió ser malquerido por causas del rígido tradicionalismo patriarcal principeño, entre las murmuraciones discriminatorias de familias de la burguesía, que hacían valer apellidos y riquezas derivadas de la actividad económica ganadera. Vale saberse que sus tías y tíos políticos ocupaban importantes puestos en el cabildo, la institución eclesial y en la milicia urbana, sin embargo, nada de eso se tradujo en dar empoderamiento al joven para estar airoso entre la sociedad civil principeña.

Fijémonos que su padre era el caballero regidor Pablo Antonio de Betancourt Agüero, quien sostuvo relaciones con su pariente que se hallaba separada de su esposo. Betancourt e Hidalgo y Agüero y Bringas eran los apellidos paternos y maternos de sus padres, de donde se comprenderá su procedencia ancestral hispana y el influjo de ese núcleo familiar, con próspera economía para garantizar el crecimiento y desarrollo del joven Frasquito. En cambio, el principeño sufriría las consecuencias del secretismo familiar, de tabúes de época y de discriminación social.

Por su parte, guardando distancias discrecionales de mucha ética, por lo delicado del asunto familiar, su madre admitió y reconoció como único progenitor a Pablo de Betancourt. Fue un desafío feminista a la época. Debió ser muy dolorosa la herida moral del adolescente al saber la verdad oculta en el pecho de su madre, y lo que lo llevaría a escribir a su padre:

«Sr. hay cosa de algún tiempo que la emulación de un pecho honrado y sofocado por un celo natural y justo me obligó escribir una carta a Ud., de la cual no interese la respuesta pero sí la pedí en la segunda que a Ud., dirigí de la que tuve una contesta ambigua que no llenó mi alma de satisfacción, y por la que paso a demostrar probablemente un rasgo de mi historia natural la que dejara a su Majestad muy satisfecho y a mí muy tranquilo.

Nací al mundo un hombre como los demás (…) inocente, desnudo de una Madre desgraciada, que su soberbia inutilizo el fruto que en su vientre crio, esto es con respecto al mundo Esclavo (…), en la que ninguno no pudo meditar en su futura suerte: llegué con aquella natural lentitud a tocar las puertas de la virilidad, tiempo aciago para un hombre (…), desde aquel instante ya este desventurado no ha tenido un momento de quietud (…). Entre el abandono a mi suerte natal y el ardiente deseo de ser reconocido de mi Padre con los honores que un hijo de Doña Josefa de Velasco y Agüero debe ser (…). Me he sostenido en todas partes honradamente, decente y sin molestar a ningún viviente (…I. Sí Sr., solo apetezco realmente poseer con libertad al Padre que natura me dio […]»[4]

¿Y cuándo Frasquito Agüero fue en busca de Bolívar a recabar su apoyo militar al proyecto liberador en Cuba, acaso no reparó en que a la par contribuiría con la emancipación social a exterminar esas lacras e imperfecciones del alma que él experimentara?

Si por esa mejora humana luchó debió morir feliz en la horca, el 16 de marzo de 1826. Paradójicamente, en el primer tramo del viejo Campo Santo de Puerto Príncipe adonde fue llevado su cadáver no fue señalada su tumba, en cambio su padre y sus demás seres queridos yacían inhumados cerca de él.

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[1] No se tiene la fecha exacta del nacimiento pero se presume ocurrió con mayor certeza en 1793, cuando tras su captura fuera interrogado el 20 de febrero de 1826.

[2] Castro, José Ignacio y Gustavo Sed Nieves: Biografías. Capítulo II. Frasquito Agüero: independentista y bolivariano. Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1977, pp. 80-81.

[3] Luego de demolido el antiguo y maltrecho edificio de dos plantas perteneciente a la familia de Doña Luisa de Betancourt, mare del Regidor Pablo Betancourt y abuela de Frasquito, en su lugar fue construido el Cuartel de Bomberos de Camagüey, en el año 1954.

[4] Ob., cit. p. 127. La carta es desgarrante por su contenido moralizante. Puede leerse completa en la citada fuente.

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