Por: Yanetsy León González
A más de dos siglos de su nacimiento, el 23 de marzo de 1814, Gertrudis Gómez de Avellaneda sigue generando debates sobre su identidad. Mantenerla viva en la memoria colectiva de Camagüey es una cuestión de principio, no de fin. Su vida y obra fueron marcadas por el desarraigo, una peregrinación constante que se refleja en su propio seudónimo: La Peregrina. Aunque nacida en Puerto Príncipe, actual Camagüey, su carrera literaria se desarrolló en España, donde enfrentó tanto el reconocimiento como la marginación. Murió en Madrid el 1 de febrero de 1873, y sus restos descansan en Sevilla, lejos de la tierra que inspiró gran parte de su obra. Sin embargo, su legado persiste en la memoria de Camagüey, donde su figura ha sido vindicada con la instalación de una escultura que simboliza su regreso.
Una escultura largamente esperada
El 28 de septiembre de 2016, la ciudad de Camagüey finalmente vio erguirse la estatua de su ilustre hija. La obra del escultor Sergio Roque Ruano, emplazada en la intersección de las calles Avellaneda y General Gómez, marcó la culminación de un sueño postergado por más de tres décadas. Aunque estaba lista en 2014, las regulaciones sobre monumentos históricos retrasaron su instalación. La escultura no solo honra a la poetisa y dramaturga, sino que también reivindica su lugar en la historia de Cuba.
La ubicación del monumento generó opiniones encontradas, pero lo esencial es que su presencia física en la ciudad es un acto de justicia histórica. En palabras de Dulce María Loynaz, la Avellaneda fue “demasiado talentosa para el gusto de su época”, y su obra continúa desafiando el olvido.
Una historia de desencuentros
El camino hacia el reconocimiento público de Gertrudis en su tierra natal no ha sido sencillo. Ya en 1914, con motivo de su centenario, se intentó erigir una estatua en el Parque del Padre Trías (hoy Parque José Martí), financiada con fondos municipales y una aportación del presidente Mario García Menocal. Sin embargo, el proyecto se desvaneció entre disputas políticas y desfalcos administrativos.
A lo largo del siglo XX, otras iniciativas también fracasaron. En 1948, el escultor yugoslavo Alexander Sambugnac, ofreció facilidades para la creación de un busto, pero la propuesta nunca prosperó. Lo más cercano a un homenaje fue la colocación de una tarja conmemorativa en la Biblioteca Provincial Julio Antonio Mella, en 1994.
Finalmente, en el siglo XXI, la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey acogió el proyecto de Sergio Roque, y tras numerosos contratiempos, entre ellos los estragos del huracán Sandy en Santiago de Cuba, la escultura se hizo realidad.
La avellaneda en la literatura y el pensamiento
El debate sobre la cubanidad de Gertrudis Gómez de Avellaneda ha sido abordado en estudios recientes, como La Avellaneda: novela histórica y contextualización, de Luis Álvarez Álvarez y Olga García Yero. Esta obra, galardonada con el Premio Emilio Ballagas en 2014 y publicada por la Editorial Ácana, reivindica su posición en la literatura hispanoamericana, desmontando críticas que descontextualizaron su obra y minimizaron su relación con Cuba.
Otro esfuerzo notable en la restitución de su legado es La Avellaneda ante el espejo, de Olga García Yero, que compila documentos poco conocidos, incluyendo la Carta patriótica de 1867, en la que la escritora reafirma su identidad cubana. También vio la luz con Ácana.
Además, diversas publicaciones han contribuido a mantenerla presente en la vida cotidiana de Camagüey. Hace cinco años, un hermoso almanaque circuló por los hogares camagüeyanos, y se convirtió en una manera constante y familiar de comunicar su legado. Estos gestos, sumados a la existencia de su escultura y la difusión de su obra, garantizan que su figura siga viva en la ciudad.
Un regreso simbólico
La instalación de su escultura en 2016 simboliza el retorno de la Avellaneda a la ciudad que la vio nacer. No ha sido posible trasladar sus restos desde Sevilla, a pesar de los intentos iniciados por Humberto Rodríguez Manso y otros intelectuales camagüeyanos. Sin embargo, su presencia en bronce es una forma de reivindicación. Detrás de cada obstáculo superado en este largo proceso, parece enviarnos una señal de que quiere estar aquí, en la ciudad que la vio nacer, en la que hoy es, al fin, recibida con los honores que merece.


