Jimaguayú, la caída de El Mayor en la primera línea de combate

Foto: Cortesía del autor
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Por: MSc. Ricardo Muñoz Gutiérrez

En la noche del 10 de mayo de 1873, cuando Agramonte con sus principales fuerzas de las divisiones de Camagüey y Las Villas hace campamento en el potrero de Jimaguayú, recibe informe sobre una columna española que acampa en un lugar cercano. Son aproximadamente mil hombres de las tres armas —infantería, caballería y artillería— que al conocer las derrotas hispanas en los combates de Molina y Cocal del Olimpo, han salido de la ciudad para vengar a sus compañeros.

El Mayor anuncia la posibilidad de combatir al día siguiente y da la orden de dormir. Esa noche debió concebir el enfrentamiento siguiendo los principios de la guerra irregular que caracteriza su arte militar; hacerle el más daño posible al enemigo, en este caso a la caballería, sin arriesgar sus fuerzas que siempre han combatido en desventaja logística.

El lugar o terreno del combate, de importancia decisiva, sería el mismo potrero de Jimaguayú; quizás tiene la desventaja que los dos contendientes lo conocen muy bien.

La idea del combate parecía sencilla; como en otras ocasiones, una pequeña fuerza de caballería provocaría a la vanguardia de la columna española en la madrugada para tratar que la caballería, o una parte de ella, los persiguiera, hasta el fondo (sur-oeste) del potrero donde serían blanco de los disparos de la infantería camagüeyana por el frente y la de Las Villas por el flanco derecho del enemigo. Seguidamente, la caballería camagüeyana, hasta ese momento oculta, cargaría por la izquierda de los hispanos. Después de estos movimientos las fuerzas cubanas se retirarían por los lugares planificados pues era imposible defender las posiciones frente a la superioridad del enemigo.

El inconveniente de esta táctica, de provocación para atraer, practicada en otros momentos con buenos resultados para los cubanos, es que era conocida por los españoles.

En la madrugada del 11 la columna española, que también conoce la presencia mambisa en Jimaguayú, avanza a su encuentro. Agramonte envía al oficial Piedra con varios hombres a tirotear al enemigo; pero, ante la provocación, el jefe de la misma, teniente coronel Rodríguez de León ordena que compañías de infantería ocupen la vanguardia en el orden de marcha y retira las fuerzas de caballería a escalones posteriores. Esta orden frustraba en principio el plan de Agramonte pues, evita que la caballería española se desprendiera del resto de la columna y entrara sola al potrero y fueran sorprendida por la fusilería mambisa y la carga de la diestra caballería camagüeyana.

Al amanecer, cuando el Mayor, precisaba con los jefes de la infantería de Las Villas y del Camagüey, las misiones de cada una, entran por el norte del potrero las primeras unidades combativas españolas; no son fuerzas de caballería, son compañías de infantería que se enfrentan con los infantes de Las Villas apostadas en el límite este del potrero, extremo sur.

El jefe español con parte de la infantería, la artillería y resguardando la caballería ocupa, el lugar del destruido batey del potrero, cercano al límite norte del potrero; es un sitio alto que le permita cierta visibilidad.

Mientras, Agramonte ocupa otro sitio al sureste que también le permite apreciar el desarrollo del combate, y como no es lo que había pensado envía orden a Reeve, primero, que retire un escuadrón de la caballería; después, que retire el otro escuadrón y abandone el campo de la acción.  En el intervalo de una y otra orden, quizás fue el momento que el jefe español, descubre la caballería cubana oculta detrás de un arroyo y, según su parte de la acción, simula una carga a la caballería cubana para atraer a la mambisa y golpearla con su artillería. Conocía Rodríguez de León la táctica mambisa, por eso resguardó todo el tiempo a su caballería, y trata de engañar ahora a los cubanos.

Este movimiento de la caballería española debe haber sido observado por El Mayor que considera, posiblemente, que una nueva provocación podría atraer a los jinetes españoles al fondo del potrero. Con los pocos hombres, ayudantes y escoltas que lo acompañan y quizás, pensando encontrar los jinetes de Piedra en el interior del potrero, se mueve para cargar a la infantería española que combate contra los infantes de Las Villas en el oeste del potrero.

Aunque había dicho que él no iba a combatir, su temperamento —como había ocurrido otras veces— le impiden no participar directamente en las acciones. Algunos de sus cercanos colaboradores han tratado de impedírselo, Amalia se lo ha pedido en una carta de hace solo unos dias y que no recibió.

En el movimiento para cargar, no encuentra a Piedra y con solo cinco hombres lo avista una compañía española que ha avanzado por el centro y se oculta en la alta hierba de guinea; los disparos de los infantes impactan mortalmente en la cabeza del Mayor y lo derriban del caballo. Uno de los ayudantes trata de retirarlo; le es imposible y se retira a pie hacia la infantería e informa lo sucedido. Otro, va hacia la caballería e informa que le pareció ver caer al Mayor. Algunos se disponen a avanzar en la dirección que indican; Reeve se opone, no cree la información pues Agramonte le ha ordenado retirarse.

Su muerte no tiene misterio, cayó combatiendo en primera línea como otros jefes del Ejército Libertador y el Rebelde, sustituyendo con valor y ejemplo, la desventaja logística de sus fuerzas armadas.

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