Jorge Juárez Cano, el arte de historiar

Foto: Archivo OHCC
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Por: Raúl Cristovo Curbelo

La salvaguarda del patrimonio cubano debe mucho a la labor de los historiadores, que en las grandes ciudades o pueblitos pequeños dedicaron su vida, desde las primeras décadas del siglo XX, a preservar los valores históricos culturales de cada localidad.

Si bien la tradición historiográfica del Camagüey se remonta a los primeros escribanos, que desde el siglo XVI fueron trasladando crónicas y otros asuntos a la Corona, —más o menos verídicos—, sobre todo cuanto acontecía durante el proceso de conquista y ocupación militar de la Mayor de las Antillas. En la larga duración histórica tal producción de informaciones, favoreció la tradición por la narrativa histórica, haciendo surgir nuevos cronistas, que sin academia y sin más ciencia, reforzaron el amor por la ciudad que los vio nacer. En esa lista merece ubicarse el Historiador de la Ciudad, Jorge Juárez Cano.

Juárez Cano

Nacido en Minas, el 23 de julio de 1881, Juárez Cano fue hijo del matrimonio entre el español Andrés Juárez Pozo y de la cubana Julia Cano. El 25 de febrero de 1905 ingresó en la Guardia Rural, donde tuvo formación militar y desde donde elaboró manuales para jefes y alistados, para así ser nombrado el 8 de marzo de 1916 Procurador Público.

Paralelamente, empezó a laborar como periodista, fundando las publicaciones Heraldo de Florida y Casa de Iris; sin embargo, se destacó más por su colaboración con medios extranjeros en idioma Esperanto. No obstante, a tal currículo, su consagración ocurrió con el estudio autodidacta de la Historia.

En julio de 1927 es detenido por asistir a la inauguración de la Universidad Popular José Martí, como presidente del Grupo Zamenhof (que había fundado en 1925 para la propagación del idioma esperanto en Cuba) y más tarde se convierte en uno de los militantes más activos de la oposición contra Machado y Batista. Al constituirse el Partido Unión Revolucionaria fue uno de los primeros en incorporarse.

En 1929 publica la obra Apuntes de Camagüey, texto que sobre una base cronológica convida a un conocimiento abarcador de la región y sus habitantes. Su método fue el de coleccionar información de la ciudad y sus pobladores, articulando una historia creada en base a historias de vidas, de familias, costumbres, procesos de modernización citadina y la vida urbana; entre otros temas que complementan lo social y lo individual. En las 138 carpetas del Fondo que llevan su nombre en el Archivo Histórico Provincial, se hallan referencias a la fundación de la antigua Villa de Santa María del Puerto del Príncipe y sus principales acontecimientos, refiriendo respecto a la fundación de la Villa que:

“… confiando el mando a Diego de Ovando llegaron a la actual Punta del Guincho (Nuevitas), durante los primeros días de febrero del año siguiente (1512), en cuyo lugar fundaron la expresada villa.… a 30 leguas del Bayamo, en el pueblo de Cueibá  hallaron que el cacique tenía una imagen de Nuestra Señora que le había dejado Alonso de Ojeda, de lo que sin duda viene el nombre de Santa María del Puerto del Príncipe, y de aquí viene el nombre de Camagüeyanos con el que siempre se han distinguido los naturales de esta ciudad.”

Una obra perdurable

Entre 1932 y 1935 recibió el primer lugar en los concursos Rodolfo Ramírez de Armas, por sus trabajos de biografías hechas a personalidades nacionales y extranjeras, con participación relevante en Cuba; siendo auspiciado por la Academia de Historia y convirtiéndose por sus méritos en la investigación y divulgación de la historia, en Académico de esa prestigiosa institución, en 1939.

Ya en 1937 se había convertido, de hecho, en Historiador de la ciudad de Camagüey, prestigioso aval para también integrar la Comisión de Cultura del Ayuntamiento; desde donde marcó gran parte de la década, al impulsar la declaratoria como Monumento Nacional de varias plazas y sitios, destacándose entre estos: las Plaza San Juan de Dios y del Carmen, así como también la Casa Natal de El Mayor, entre otras.

A su fallecimiento, el 16 de febrero de 1940, había dejado una notable impronta a través de gran variedad de publicaciones, entre las cuales destacan Efemérides de Camagüey y Hombres del 51; dejando además otras obras en preparación entre las cuales resaltan: Productos de Camagüey, Dicharachos de Camagüey y Farmacopea Mambisa.

A pesar de que su obra marcó un hito en el arte de historiar, su obra carece de fuentes historiográficas para poder contrastar la veracidad y procedencia de los datos, siendo a posterior superada por historiadores locales y de fuera de la ciudad. Sin embargo, en palabras del investigador Fernando Crespo, es una obra que está inscrita en los orígenes de nuestra tradición cultural y en la producción historiográfica regional, haciéndola fuente de consulta obligatoria para nuevos y viejos investigadores, en su afán de navegar por los senderos de la historia principeña.   

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