José Martí en la Historia

Foto: Tomada de internet
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Por: Rancel Castillo Matamoros

La Historia, como fenómeno reivindicador del pasado, es albacea de los pilares que erigen la identidad de los pueblos. El nuestro conmemora, cada mayo, la dolorosa pérdida de uno de los autores insignes de nuestra tan amada y defendida libertad nacional.

José Julián Martí Pérez, nacido el 28 de enero, de 1853, hijo de Mariano Martí y Navarro y Leonor Pérez y Cabrera. Pensador, poeta, periodista, político, diplomático, visionario y sobre todo héroe de nuestra patria; por la cual luchó buscando impulsar una revolución democrática y popular en pos de la independencia de nuestra Cuba, Puerto Rico y las Antillas. Reclamó los derechos de aquellos que aún eran esclavizados, de los trabajadores y de todo aquel cuya dignidad fuera vulnerada.

El despertar de su fervor revolucionario

El despertar de su fervor revolucionario, durante su adolescencia, dio sus primeros frutos con la publicación de la gacetilla El Diablo Cojuelo, y poco después con la revista La Patria Libre, donde público su poema “Abdala”. El carácter reaccionario de sus escritos frente a la política colonial, le valió el presidio modelo y posteriormente el destierro. Estos hechos marcaron el inicio de un peregrinar, que le tomaría la mayor parte de su vida, llevándole a visitar y conocer muchos países de Europa, América y el Caribe. Gran parte de este tiempo lo consumió en EE. UU, donde residió por 15 años.

Durante su primera estancia en México inicia su etapa de madurez ideológica y cultural, penetrando críticamente en las problemáticas de estudio de tan disímiles áreas como la economía, la política, la cultura y la realidad social de los pueblos latinoamericanos; frente a la amenaza potencial representada por el creciente carácter agresivo y expansionista norteamericano. Expresión de la necesaria consolidación de la autonomía e identidad latinoamericana y del Caribe, base sobre la que Martí forja su concepto de “Nuestra América”.

Martí regresa a Cuba

En 1878 Martí regresa a Cuba debido a una concesión de amnistía, pero posteriormente, es deportado nuevamente por las autoridades españolas por la amenaza que su persona representaba en el país para los intereses coloniales. Una vez deportado reside en New York, dedicándose por completo a la actividad política y literaria, preparando un levantamiento definitivo contra una España cada vez más debilitada, frente al creciente dominio económico norteamericano.

El Partido Revolucionario Cubano

En 1892 redacta las bases y los estatutos del Partido Revolucionario Cubano (PRC), y el 14 de marzo de ese mismo lustro funda el periódico “Patria”, órgano de divulgación oficial del PRC. En estos estatutos fundacionales del Partido, Martí recoge en síntesis los conceptos básicos, los métodos planificados por él, así como su percepción de las amenazas que el contexto histórico planteaban a la revolución cubana.

Las concepciones martianas de la revolución del ’95 parten de la búsqueda de la unidad de todas las fuerzas bajo la conducción de un partido revolucionario, con el fin de librar la guerra necesaria, breve y generosa, que evitara el peligro real que representaba la expansión de los EE. UU sobre Cuba, el Caribe y el resto de América Latina para fundar una república democrática.

Manifiesto de Montecristi

En 1895, viaja a Republica Dominicana donde firma el “Manifiesto de Montecristi”, programa que recogía las estrategias preparadas para la nueva contienda. En abril del mismo año desembarca en Cuba y, en reunión junto a Gómez y Antonio Maceo, instituyen la Republica en Armas que, después de su caída en combate, llevaría la lucha hasta sus últimas consecuencias; obteniendo una victoria que luego, inmoralmente, les sería arrancada.

Ante tal historial de vida, ostentado por este coloso de las letras cubanas, es harto evidente el duro golpe que representó su pérdida para el curso prescrito de nuestra gesta nacional. Sin embargo, su propio legado amortiguó en nuestra historia la hecatombe de su ausencia. Con su muerte fue sembrada una semilla de sorprendente fuerza revolucionaria, y con su legado, brotó la fruta madura de libertad perenne con que se han nutrido nuestras victorias.

Su legado florece

Aún su legado florece ante cualquier amenaza eminente. Ante la necesidad de los pueblos latinoamericanos, florecen los pinos nuevos entre nuestras nuevas generaciones. De Martí aún nos queda la mano asombrosa y franca, que con él nos permite recitar:

Para el cruel que me arranca

El corazón con que vivo.

Cardos ni orugas cultivo,

Cultivo una rosa blanca.

Bibliografía:

Martí, J. Obras Completas, volumen 4 Disponible En  https://instituciones.sld.cu

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