La Capitana Rosa La Bayamesa al servicio de Cuba soberana

Foto: Archivo OHCC
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Siendo las 7 de la noche del día 25 de septiembre de 1907 se reunieron en la ciudad de Camagüey los concejales, y antes de dar comienzo al orden del día, se acordó a petición del Sr. Arteaga hacer constar en acta el profundo sentimiento de la corporación por el fallecimiento de la bien llamada Hermana de la Caridad de los campos de la Revolución, la Sra. Rosa Castellanos y Castellanos (La Bayamesa).  Había sido tanta su notoriedad, que el Generalísimo Máximo Gómez en el año 1896, le otorgó el nombramiento de Capitana del Ejercito Libertador.

Rosa Castellanos Castellanos nació en Bayamo, antigua provincia de Oriente. Hija de esclavizados provenientes de África, conoció en su propia carne la ignominia de la opresión. En consecuencia, tuvo conocimiento de las interioridades del cimarronaje, ya sea por su propia vida o por la experiencia de familiares cercanos. De manera que El grito de independencia en La Damajagua fue para los ex esclavizados y también siervos, una continuidad de las luchas por su emancipación, iniciada desde un perfil nacional con la Conspiración de Aponte en 1812.

En este sentido, el periodista norteamericano Grobert Flint, por la fama que a Rosa le favoreció en vida, investigó sobre su obra humanitaria y publicó en el periódico Journal: “sirvió a la Patria en un Hospital que fundó y que mantuvo a sus expensas y bajo su única responsabilidad…los heridos en el combate de Saratoga estuvieron perfectamente hospitalizados; la mayoría en la Sierra de Najasa. Once de ellos hallaron reposo en la montaña del Polvorín; los más afortunados, porque de su restablecimiento cuida una buena mujer llamada Rosa.”

Rosa, la enfermera mambisa

Rosa Castellanos como enfermera, médico, química incluso: al manufacturar los medicamentos criollos que necesitaban sus pacientes en los campos insurrectos de Cuba; sanó, alivió a cuantos heridos, mutilados y dolientes llegaron a su Hospital de Sangre.

El historiador Jorge Juárez Cano narró que Rosa tenía que hacer de médico, sanitaria, forrajero, cocinera y lavandera. Sirvió también de postillón explorador y escolta del Hospital, y debido a su vigilancia este jamás fue asaltado.

Comenzó en el Cuerpo de Sanitarios por sus saberes en la medicina popular: curando heridas, bajando fiebres, aliviando males de estómagos, dolores de cabeza, enfermedades de la piel como consecuencia de las picaduras de insectos, infecciones, otros males. Conoció las yerbas curativas mejor que nadie. Tuvo un conocimiento extraordinario de las propiedades terapéuticas de la flora cubana. La sabiduría popular recoge que en los hospitales de sangre donde ella estaba nadie murió. Guardó a sus heridos en la soledad de la noche, en sus hamacas, sin dejar que fueran vistos y sorprendidos.

Su campo de operación fue en Camagüey. Desde 1868 en Las Clavellinas, Rosa, se dispuso a brindar sus esfuerzos donde más se necesitaba. Observó que el cuerpo sanitario podría ser el campo donde más podía aportar. Traía consigo toda una sabiduría ancestral de las propiedades de la medicina verde. Las yerbas, la miel, los zumos, pócimas, ungüentos; en fin, el amor a la vida desde la salud. Ella se estableció en las serranías de Najasa y allí atendió a los heridos de los combates de La Sacra, Palo Seco, El Naranjo, Mojacasabe, Jimaguayú, Las Guásimas, entre otros.

El Pacto de Zanjón la sorprendió en los campos de batalla y al reiniciarse las contiendas la experiencia adquirida le sirvió para tener mayores condiciones en su hospital de caridad y misericordia. Cuando la contienda de 1895 se volvió a incorporar a las gestas y su fama con el uso de la medicina popular y sus cuidados fue tanta, que el Generalísimo Máximo Gómez, en el año 1896, le otorgó el diploma como Capitana del Ejercito Libertador.

Su fallecimiento

Siendo las 7 de la noche del día 25 de septiembre de 1907 se reunieron en la ciudad de Camagüey los concejales Sres. Pedro Guzmán, Oscar Ávila, Esteban Castellanos, José Reyes, Carlos Guerra, Filiberto Pichardo, Fernando Mendoza y Emilio Arteaga; y antes de dar comienzo al orden del día, se acordó a petición del Sr. Arteaga hacer constar en acta el profundo sentimiento de la corporación, por el fallecimiento de la bien llamada Hermana de la Caridad de los campos de la Revolución, la Sra. Rosa Castellanos y Castellanos (La Bayamesa). Su cadáver reposó en capilla ardiente a petición del Ayuntamiento, en su Sala de Secciones, acuerdo que había sido tomado el 29 de mayo del año anterior, pues desde entonces se esperaba sentidamente su fin sobre la tierra.

En la calle San Isidro (que hoy lleva su nombre), número 22, aproximadamente a las 8.00 am, rodeada de los más allegados cedió el cuerpo fuerte de La Bayamesa; ese, que tantas heridas calmó. A las 12 del día sus restos fueron trasladados para el Ayuntamiento y durante 30 horas el pueblo de Camagüey desfiló delante de su féretro, como muestra de amor y respeto a quien lo supo ganar.

Los hombros agramontinos se disputaron el honor de trasladarla en sus últimos momentos hasta el Cementerio General. Allí entre flores, lágrimas, música solemne, su cuerpo fue depositado en el nicho segundo de la bóveda 71 del primer tramo. Veinte años después de su desaparición física, el Consejo Territorial de Veteranos, trasladó sus restos al Panteón de los Veteranos.

Bibliografía

AHPC: Fondo Ayuntamiento, Acta Capitular, 26 de junio al 9 de octubre de 1907, Legajo 77 Fuera de caja, Folios 170-171.

AHPC: Fondo Jorge Juárez Cano: Biografía de Rosa La Bayamesa, Carpeta 99, Folios 20 – 21.

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