La nacionalización de la enseñanza abrió posibilidades de estudiar y gratuitamente

Foto: Cortesía del autor
Share on facebook
Share on twitter

Por: Enrique Atienzar Rivero

Hoy es visto como normal el acceso al estudio de todos por igual y con un componente añadido: la gratuidad.

El 6 de junio de 1961, el Consejo de Ministros resolvió dictar la Ley de Nacionalización, en cuyo artículo primero  declara pública la función de la enseñanza y gratuita su prestación. Es decir, correspondería al Estado ejercer dicha función a través de los organismos creados al efecto, con arreglo a las disposiciones legales vigentes.

El artículo dos era muy preciso, al disponer la nacionalización, fijó que se adjudicaría a favor del Estado  cubano todos los centros de enseñanza que, al promulgarse la ley, fueran operados por personas naturales o jurídicas privadas, así como la totalidad de los bienes, derechos y acciones que integraban su patrimonio.

No era totalmente excluyente: el Ministerio de Educación en el artículo cuarto determinaría a cuáles de los propietarios se abonaría por el Estado la indemnización.

Camagüey no escaparía de la nacionalización y vale recordar que en Cuba, de poco más de cuatro millones 300 mil habitantes, un millón 32 mil 849 eran analfabetos total (23,6 %). Así como lo escucha.

En un artículo publicado en Adelante, hace algún tiempo, por el colega Eduardo Labrada, dejaba claro que no se podía hablar de una Cuba instruida, y mucho menos pensar que de seguir como neocolonia de Estados Unidos, el panorama iba a ser diferente, si unos 600 mil niños en primera infancia carecían de escuelas.No vamos hablar de las enseñanzas artística y especial que eran selectivas y costosas, y mucho menos, de la educación superior, toda una quimera para las mayorías”.

Dentro de los seis problemas mencionados por Fidel en el alegato de autodefensa: “La Historia me absolverá”, por los hechos del Moncada, comprendía la educación.

Desde luego, la Revolución en el poder proclamó una reforma integral de la enseñanza y  siguió los preceptos martianos de que ‘un pueblo instruido siempre será fuerte y libre’. Me viene en este minuto a la mente al Doctor en Pedagogía, Marcelo García, de una valía extraordinaria en la Educación en Camagüey, quien una vez graduado tuvo que impartir sus conocimientos en lugares distantes.

No constituye un secreto para nadie que la Revolución tuvo que darle empleo a casi 10 mil profesores que no lo tenían, creó el contingente de Maestros Voluntarios y en ese mismo 1961 inició la Campaña de Alfabetización. En diciembre Cuba se proclamaba al mundo como primer territorio libre de analfabetismo en América Latina.

Por lo regular los centros públicos, casi siempre en angustiosa carestía, estaban habilitados en diferentes repartos de la ciudad y de los seis superiores (símil de las actuales secundarias básicas), cuatro ocuparon el edificio de la actual Academia de las Artes Vicentina de la Torre.

De todas esas academias privadas, ocupaban espacio en la élite aquellas pertenecientes a congregaciones religiosas como la Champagnat y las Escuelas Pías, ambas solo para varones, y donde se formaban estudiantes desde el primero hasta concluir el bachillerato, dejándolos listos para el ingreso a la Universidad.

Exclusivamente para hembras las congregaciones religiosas abrieron varios colegios en la ciudad como Las Salesianas, María Auxiliadora y Oblatas. Las Oblatas, en Carretera Central y Martí, eran para niñas negras.

En otro nivel, pero de no poca importancia, está la Escuela de Artes y Oficios, de la congregación de San Juan Bosco, que formó a centenares de jóvenes como obreros calificados y técnicos en las disímiles profesiones.

En lugares inimaginables, la Revolución sembró escuelas, bajo la máxima martiana: “Hombres recogerá, quien siembre escuelas”.

 

Más relacionados