La Patria de duelo, el adiós de Salvador Cisneros Betancourt

Foto: Cortesía de la autora
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Consternación total fue la aureola que coronó la noche del 28 de febrero de 1914 ante la partida de una de las figuras más representativas del pensamiento democrático cubano y latinoamericano: Salvador Cisneros Betancourt. El pueblo capitalino se agolpó en la casa mortuoria, Neptuno 208, luego acompañó el féretro hasta el Senado de la República, allí su silla se vistió de luto ante la ausencia de quien la ocupó dignamente y no se sentaría más.

El Palacio Presidencial también formó parte de la peregrinación liderada por la viuda del prócer: Sra. Dalia Martínez de Cisneros y los jefes de los partidos políticos de entonces: El Partido Liberal y el Partido Conservador, estos últimos hicieron la guardia de honor. La carroza luctuosa: Santa Lucía, bautizada así a su honor, condujo al cuerpo inerte a la Estación Terminal por donde llegaría a su ciudad natal. El tren fúnebre fue una expresión de admiración, respeto, cariño y dolor.

El mes de febrero fue para la vida de Cisneros un mes de concurrencias, además de su nacimiento. El 26 de febrero de 1869 fue nombrado Presidente de la Asamblea de Representantes del Centro. El 24 de febrero del ’95 se lanzó nuevamente a la Revolución junto a la avanzada camagüeyana. Al iniciar la llamada República, en el año 1903, y el gobierno de Estrada Palma firmó con los Estados Unidos un convenio mediante el cual arrendaba  áreas de terrenos y aguas de Guantánamo y Bahía Honda para bases navales y carboneras, Cisneros, dando golpes sobre la mesa decía: …Es un mequetrefe. Cuando esa porquería llegue al Senado me van a oír… ¿Por qué peleamos? ¿Para ser libres o seguir siendo esclavos?…[1]

Su vida, como hombre cercano al pueblo, palpitó junto a él y se cristalizó con los nobles ideales.

Mortal: ningún título te asombre. Polvo eres, polvo cualquier otro hombre

Así reza el epitafio de la sencilla losa sepulcral de los Marqueses de Santa Lucía en el Cementerio General de Camagüey, situada en el primer tramo, bóveda 83.  La sapiencia del proverbio justificó su vida y la despedida multitudinaria de Cuba toda. El país estuvo de duelo nacional, los honores fúnebres correspondieron a los de Presidente de República, las fuerzas armadas extendió el sentido duelo a quince días con la bandera a media asta en los edificios del estado, buques, fortalezas y otros.

El carro luctuoso tirado por caballos conducido por el cuerpo armado recibió el féretro en la Estación de Camagüey, en peregrinación se marchó por la calle República, en la Plaza de la Soledad el cortejo fúnebre se dirigió por la calle Estrada Palma (hoy Ignacio Agramonte)  hasta la Mayor (hoy Cisneros) y todo el  pueblo camagüeyano desfiló ante su cuerpo inerte en la Sala de sesiones del Ayuntamiento convertida en Capilla ardiente desde el 2 de marzo, día que llegaron los restos mortales del Gran Ciudadano.

En las puertas de cada hogar se colocó un lazo de luto en señal de dolor. El cortejo fúnebre fue también una muestra de respeto a su memoria, al partir hacia el Cementerio guardó el siguiente orden: Primero el cuerpo armado, luego familiares, el poder civil nacional y local, los veteranos de las guerras independentistas, la prensa, las diferentes sociedades de instrucción y recreo blancas y negras, seguido por los gremios obreros, la banda infantil y por último los carros fúnebres y coronas.

El canto de la vida, el salmo de esperanza, el himno de triunfo

Ya en el sepelio, las descargas de honores militares conmovieron a los presentes, luego, el Senador Manuel Sanguily pronunció la Oración fúnebre, apuntó:

De la fosa que ha de cerrarse en breve no brotan, pues, las notas desgarradoras del miserere; sino el canto de la vida, el salmo de esperanza, el himno de triunfo.

El cuerpo envuelto en la bandera cubana fue llorado por hombres valientes, veteranos de guerras, hijos, viuda, mujeres de su pueblo… en fin la melancolía de las nubes que cubrieron el suelo patrio.

Bibliografía

Muñoz, Ricardo y Cento, Elda (2002) Salvador Cisneros Betancourt: Palabras contra la Enmienda Platt, Editorial Ácana, Camagüey; Cuba.

Periódico La discusión, 1914.

[1] Cita tomada de Ricardo Muñoz Gutiérrez y  Elda Cento Gómez: Salvador Cisneros Betancourt: Palabras contra la Enmienda Platt, Editorial Ácana, Camagüey 2002, Pág. 63

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