Obelisco de Jimaguayú, noble iniciativa perdurable en el tiempo

Foto: Cortesía del autor
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Por: Enrique Atiénzar Rivero

Vertebrar la imagen patriótica de Ignacio Agramonte en pocas líneas es un reto. Fueron muchos los momentos de su vida arraigados al valor, el talento y el amor por la independencia.

Recorrer hoy el potrero de Jimaguayú, a 152 años de su caída en ese mismo lugar, en el medio sur de la provincia, es como volver a vivir las hermosas páginas escritas por el Héroe -del que viven orgullosos los camagüeyanos, enfocados por la dimensión de “Diamante con alma de beso”, sabiamente definido por José Martí el 10 de octubre de 1888.

Fruto de la inspiración del Consejo Territorial de Veteranos de Camagüey y de otras prestigiosas personalidades, en primerísimo lugar la maestra María Eumelia Socarrás, el obelisco se estableció oficialmente el 11 de mayo de 1928 y fue declarado por la Revolución como monumento nacional el 25 de diciembre de 1979.

Como se ve, después de su caída, hubo una espera de 55 años, atribuible a la falta de apoyo gubernamental de la época, para rendirle el merecido tributo, a través de esta obra escultórica de 6 metros y 25 centímetros de altura, en cuyos ángulos se encuentran cuatro antorchas apagadas y un pergamino que suscita el interés por la lectura.

Representación excelsa del más puro patriotismo, del valor, del talento, la virtud y la vergüenza de Cuba

Es que Agramonte fue una fuente sublime a favor de la Patria. Recordemos el 26 de noviembre de 1868 en la reunión del paradero de Minas. Allí alzó su voz.

“Acaben de una vez los cabildeos, las torpes dilaciones, las demandas que humillan”. A Cuba no le quedaba más camino que lograr la libertad por la fuerza de las armas frente a España.

Fidel, el 11 de mayo de 1973, en la solemne ceremonia por el centenario de la muerte de Agramonte, celebrada en la Plaza San Juan de Dios, lo dejó claro: “Lograr hacer prevalecer sus criterios y arrastrar a sus compañeros fue el primer servicio  extraordinario de Agramonte por la lucha independentista”.

Ignacio Agramonte no era anexionista

En este texto es válido resaltar el rico historial de Agramonte en numerosos combates, en la organización  y capacitación para el combate de las tropas, la presencia suya en la Asamblea Constituyente del 10 de abril de 1869 en Guáimaro o el rescate, con solo 35  hombres, del brigadier Julio Sanguily.

Para los que tenían dudas de su posición política, Fidel dijo: “Ignacio Agramonte nunca fue anexionista. No puede ser anexionista quien, como Agramonte, dijera: que nuestro grito  será por siempre independencia o muerte”.

Cada año y en múltiples ocasiones, fuera de la fecha del 11 de mayo, estudiantes y representaciones del pueblo, a través de las organizaciones  de masas acuden a venerarlo en ese lugar, en el que por iniciativa de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey se sumó una original maqueta ilustrativa de los hechos acaecidos hace 152 años.

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