Pensar que son personas de carne y hueso que portan la virtud de enamorar con letras inteligentes y singulares armonías, a veces me resulta difícil. Deslindar mí admiración y devoción como seguidora apasionada, es tema de tarea casi perenne; para luego poder escribir como profesional imparcial cumpliendo con las necesidades del público que nos sigue. Si no hago una parada en las explicaciones impacientes que afloran cuando me encuentro cerca de ellos y sus obras, creo que no podré decir de quienes hablo.
Su buena fe inunda corazones y colma de mensajes únicos el pentagrama musical cubano, hace ya 20 años. Nos invitan a no jugar con la soledad de quien ama, a ocuparnos de la zanja que pasa por el frente de tu casa, a remendar corazones, a usar un Catalejo para mirar hasta Marte, a soñar la vida de un espermatozoide, a dedicarle una canción al mamífero nacional, a no perder la nobleza cuando lleguemos a ser extremistas, a recordar a Noviembre, a sentir una Despedida, a ser el Dial de un Presagio, a seguir siendo un Sobreviviente aún cuando podamos ser parte de un Bolero sangriento, a botar lo malo, a lograr un homenaje a una Mujer ciudad, a ser Carnal y Valiente.
Ellos son el grupo cubano Buena Fe, los hacedores de historias que han marcado generaciones. Los músicos sensibles que aunque aumenten en fama o seguidores no pierden la sencillez, conservan la humildad y transmiten el arte musical como una expresión indisoluble al respirar.
En la noche respiramos con ellos durante el concierto a la ciudad de Camagüey por su 506 aniversario, aunque produzcan y creen lejos de la ciudad de iglesias y tinajones, le seguimos, le coreamos, le somos fieles; como lo son ustedes a la isla y sus tradiciones.
Gracias Buena Fe por enamorarnos con un Patakí de libertad que nos recuerda de dónde venimos y con una inolvidable Balada a Mario Conde que nos adentra en historias inigualables. Camagüey vibra con su música y la Oficina del Historiador le agradece.
