Una institución, una vida…

Foto: José Antonio Cortiñas Friman
Share on facebook
Share on twitter

Pasan los trece años ya desde que llegué a esta institución, recién graduada por entonces…sueños bajo el brazo, ansias de vuelo. Pero esta ya no es la Oficina del 2006: ha crecido, cambiado, atemperado su modo de actuación, mutado en uno u otro aspecto; no obstante, su espíritu sigue intacto: ese que me enamoró desde los primeros roces.

Es esta una institución con alma de memoria, esencia de pueblo y voluntad infinita. Es esta una institución con identidad y principios, que aprende de sus errores para levantarse siempre. No son mis palabras mera idolatría, nada es perfecto y bien que lo sabemos; los escollos y los retos saltan al camino, sin que las soluciones hayan sido siempre las más felices.

Vienen como ráfagas muchos momentos, muchas historias, algunos sinsabores también en mi papel de “mujer de un solo trabajo”. Trascendentales han sido y me han marcado, aquellos días de 2008 cuando la Unesco inscribió en Quebec, Canadá, al Centro Histórico de la ciudad en la Lista del Patrimonio Mundial. La rehabilitación de la calle Maceo, la inauguración de la Casa de la Diversidad, la Isabela, el Centro de Gestión Cultural; los cientos de visitas recibidas, de las que siempre se sacan experiencias únicas…irrepetibles. Suman también varias ya las ediciones del Simposio “Desafíos en el Manejo y Gestión de Ciudades, donde el celo por la cultura del detalle se hace acompañar por más de insomnio.

Llega esta institución a su 23 aniversario teniendo para sí el reconocimiento de la inmensa mayoría del pueblo camagüeyano. Llega a sus 23 teniendo como orgullo a un Conjunto Artístico Arlequín, una red de instituciones culturales y un arduo trabajo por y para la ciudad. Sumando también entre sus proezas, junto a la Empresa Provincial de Restauración, la rehabilitación del parque Agramonte, de la Plaza Joaquín de Agüero, del Parque de las Leyendas y de un sinfín de espacios públicos y edificios; salvados muchas veces de la ruina y/o la indolencia.

Alcanza sus veinte más tres, asumiendo a veces también la derrota de un tesoro perdido o alguna batalla sin victorias. Llega con las menos llenas y el corazón feliz, pero sabiendo que una labor siempre es perfectible y que las realidades, hoy, son cada vez más complejas y necesitan de la sapiencia y la concurrencia de muchos.

Mi texto no es loa, más reconocimiento, admiración y agradecimiento sí. En la Oficina del Historiador he crecido, he descubierto y aprendido a valorar más y mejor cada arcada, cada teja repuesta, cada banco, cada bombilla, cada expresión arraigada en la idiosincrasia de esta comarca, cada mártir, cada fecha.

Llegue entonces saludable, consciente de sus debilidades y segura de sus fortalezasesta institución de mi vida a sus 23 años. Presta para la entrega, vanguardia en lo hecho y los mucho por hacer en esta ciudad que ya festeja su 506 aniversario. Felicidades.

Más relacionados