Carmen Zayas Bazán sufrió cuestionamientos de compatriotas, amigos y colaboradores cercanos a Martí, incluso de su propia familia paterna y política.
Más cercano en el tiempo investigadores e historiadores le exigen como esposa un comportamiento extemporáneo, parcializado por la grandeza del Héroe Nacional.
Cada historia con su luz
Los amores de grandes figuras históricas se encuentran llenos de misterios, críticas y elogios, algunos marcan precedentes para analogías, entre ellos el paradigma de la relación excelsa entre Amalia Simoni e Ignacio Agramonte que abre sus páginas a una pasión casi mística e inmortalizada en el Camagüey.
Sin embargo, todas las principeñas que han unido su vida a hombres trascedentes no han corrido la misma suerte, a mi juicio una de las más cuestionada ha sido Carmen Zayas-Bazán e Hidalgo, esposa de José Martí, a quien la historiografía le señala incomprensiones, aislamiento y abandono del esposo por su actividad revolucionaria durante la preparación de la lucha libertadora.
¿Cuánto conocemos de Carmen para discernir sobre su forma de pensar y actuar?
Es una interrogante que no siempre se responde debidamente. Algunos olvidan que el padre de Carmen fue emisario del Conde Valmaseda con propuesta de paz para los patriotas en la Reunión de Paradero de Minas el 25 de noviembre de 1868.
De igual manera, se omite la relación familiar adversa que sufre Carmen cuando regresa con Pepito a su ciudad natal, el esposo de su hermana Amalia, Leopoldo Barrios y Carrión, comandante general del Ejército Español en la provincia de Puerto Príncipe y más tarde gobernador civil de la región, logró despojarla de sus derechos.
Fue obligada junto a su hijo a salir de la casa paterna, de traslada a la casa de unas tías, un medio hostil para el niño por la demencia de una de ellas, allí sufre carencias económicas, aflicciones por la relación conyugal, temores y desosiego por la labor conspirativa del esposo para la contienda emancipadora.
Amor, impresiones, vida…
La correspondencia inicial de Carmen a Pepe, como solía llamar a José Martí, muestra su amor, pero a la vez, un carácter enérgico que devela las preocupaciones de madre, los celos –por instintos femeninos- no siempre desacertados, porque algunos de sus contemporáneos y biógrafos lo dejan entrever o casi afirman; y por el compromiso martiano hacia la patria.
No obstante, esos elementos no son justificaciones para que, a espalda de su esposo, preparara con Enrique Trujillo la salida suya y de su hijo de los Estados Unidos el 27 de agosto de 1891. Separación definitiva de la pareja y un duro golpe para la relación.
¿Miedo a cambiar de idea si compartía sus intenciones con Martí? ¿Preocupada por el futuro de Pepito y el suyo propio en un contexto político hostil? ¿Desagravio por situaciones de pareja?
Cada aspecto pudiera ser una razón plausible o todos juntos conformar una respuesta. Por otra parte se requiere profundizar en los intentos de Carmen por estar junto a Martí y fomentar la vida familiar pese a los tropiezos que alejan y socavan la relación. P
El epistolario – con el lenguaje de mujer culta y resuelta – prueba los obstáculos e integridad de la esposa. Los vínculos con Gonzalo de Quesada y Aróstegui -designado por Martí como albacea personal de sus documentos- se exacerban cuando solicita la papelería para su hijo, aunque renuncia a la idea, se crea un precedente que convierte el nexo entre ambos seres cercanos al Maestro en una relación escabrosa.
El amor entre Carmen y Martí, estuvo lleno de pasión, aliento, desencuentros, incomprensiones, como fue la vida de la pareja, como son los sentimientos humanos, Ezequiel Martínez Estrada señaló: «Carmen fue una mujer incomprendida y a su vez incomprensiva, pero de que Carmen amó a Martí como las mujeres aman a los hombres no hay ninguna duda»
Vestiría de luto hasta el final de sus días, reduce su vida social y solicitó a Enrique José Varona, Máximo Gómez y otros allegados a Martí la firma de su álbum de boda, como recuerdo imperecedero de pareja.
Una casualidad histórica quiso que ambos recibieran su última sepultura el 30 de junio de 1951. Ella en su ciudad natal, en el panteón familiar, él en el Cementerio Santa Ifigenia, Santiago de Cuba, donde se realizó “el entierro cubano de José Martí”
Existen deudas con la historia local, en especial sobre la vida de Carmen, y Pepito, más allá que el vínculo identificativo de ser esposa e hijo de José Martí. Profundizar en la relación de una pareja que la grandeza del maestro ha sumido en un silencio, constituye un deber impostergable de los camagüeyanos.