Compilación de los autores Marcos Tamames y Yaxelys González
Dentro del programa de intervención de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camaguey se encuentra el antiguo Monasterio de las Ursulinas, edificación que es sede de dicha oficina. Esta obra, construida en 1829 representa para la localidad, una de las piezas monumentales de mayor representatividad del siglo XIX, no sólo por su connotación como obra arquitectónica sino además por su significación desde el punto de vista urbano.
El proyecto, a cargo del Arquitecto Iradiel Rodríguez Pardo, de la Oficina Técnica de Restauración y Conservación parte de la investigación histórica para devolver un inmueble que sin ceñirse al carácter historicista, resulte funcionalmente válido como obra documento, cultural y administrativa. Esta muestra del patrimonio, una vez rescatada deberá fortalecer los lazos que su imagen reafirma en el entorno y enriquecer culturalmente a quienes pretenden leer en la ciudad y su arquitectura la evolución de los pueblos.
Antecedentes
La manzana, a la llegada del XIX, forma parte de una barrera arquitectónica entre las parroquias del Santo Cristo del Buen Viaje, Santa Ana y La Mayor (hoy Catedral), caracterizada por pequeños colgadizos pertenecientes a uno de los barrios pobres de la entonces Villa de Santa María del Puerto Príncipe. El hito más cercano a esta parcela, según el plano de 1814, lo constituía el punto de confluencia de las calles San Diego (hoy Martí) y San Ignacio (Hermanos Agüero), jerarquizado por el Pozo de Gracia, abasto al que debían recurrir los vecinos tras el preciado líquido.
La construcción se inició en 1819 y se concluye el 13 de febrero de 1829. era un sólido y macizo cuadrilongo irregular de dos claustros, uno para monjas y el otro para las alumnas y durante más de un siglo, hasta 1932, funciona como colegio femenino, el único de esta orden existente fuera de la capital del país, al que ingresaron como novicias, numerosas camagüeyanas.
El 31 de enero de 1851 es sede de cuartel de infantería sufriendo las primeras transformaciones, regresando a las ursulinas en 1881. hasta inicios del XX, permanece como una austera construcción cuyos sólidos muros dan sobriedad a la fachada y sugieren formalmente las construcciones militares del XIX. Los vanos son rectos, cuadrados, con amplias platabandas en la planta baja mientras que en la alta son abocinados y pequeños. La instauración de la República supuso, en el ámbito social, importantes cambios culturales, lo que hace que las Ursulinas proyecten la intervención del edificio en 1908 con espíritu neogótico para el exterior y el segundo claustro.
En 1932, las Ursulinas abandonan el edificio para trasladarse a La Habana y en su lugar se establecen las Salesianas para crear la Escuela Madre Mazzarello. De esta manera el inmueble se mantiene como centro de enseñanza.
En 1961, ante la nacionalización de la enseñanza, el edificio pasa al Ministerio de Educación y es sede de numerosos centros de Primaria y Secundaria Básica. A inicios del siglo XX se le cede a la Oficina del Historiador de la ciudad, quien lo interviene para su sede y devolver al Camaguey, una institución administrativa, pero al mismo tiempo cultural.
El proyecto
El nuevo proyecto incluiría además de los diferentes departamentos de la Oficina, un sistema de exposiciones en las galerías que bordean el patio central; y una rica vegetación que permita desarrollar un programa de actividades para niños y jóvenes en coordinación con los círculos y escuelas del entorno.
La estructura de los entrepisos de la edificación consistía en vigas de madera con entablado sobre el que se coloca el atesado y la losa de piso. Como solución general a esta estructura se propuso la sustitución de las vigas de madera que estaban totalmente deterioradas por vigas de hormigón fundidas integralmente in situ y empotradas 20 cm en los muros. En los casos en que la tablazón se encontraba íntegramente deteriorada se eliminó y se colocaron tabletas de hormigón armado de 3 cm de espesor.
Se restauró con maderas preciosas toda la carpintería del inmueble y se restauraron los vitrales atendiendo a su diseño original. Todos los pisos de la instalación se colocaron completamente nuevos con la importación de pavimentos italianos y españoles de alta calidad. Las cubiertas también fueron restauradas conservando sus faldones de tejas criollas.
Bibliografía
Investigaciones de Marcos Tamames, Yaxelys González y José Fernando Crespo Baro