Ignacio Agramonte, un diamante con alma de beso

Céspedes y Agramonte
Foto:Cortesía de la autora
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El 10 de octubre de 1888 en el semanario político literario el Avisador Cubano, dirigido por el Sr. Enrique Trujillo y editado en Nueva York, aparece por primera vez el epíteto martiano dedicado a Ignacio Agramonte «aquel diamante con alma de beso», en el artículo Céspedes y Agramonte.

La obra martiana es una de las más difundidas en Cuba y allende a los mares, su colaboración con diversos diarios y la variedad de los temas abordados sorprende a los lectores y apasionados al verbo del Maestro, pero existen apuntes que pueden re-visitarse con miradas y juicios más cercanos a la «patria chica».

José Martí nunca visitó Puerto Príncipe, sus criterios e ideas de la región los formuló por la cercanía a principeños que tuvo a su lado en la emigración, entre ellos su esposa Carmen Zayas Bazán e Hidalgo, miembro de la élite social camagüeyana; Enrique Loynaz y Benjamín Guerra, entre otros.

Por otra parte, al estudioso de la Guerra de los Diez Años no le podía ser desconocido uno los escenarios más importantes de esa contienda, ni los combatientes de la comarca; de allí que los investigadores Gustavo Sed Nieves y Luis Álvarez Álvarez, en la obra Martí en Camagüey, destaquen 110 referencias a Puerto Príncipe y 119 a camagüeyanos, cifras nada desdeñables.

En los textos de José Martí existe un artículo dedicado a dos grandes personalidades: Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte, que trasciende por la poética de la narración y el retrato que hace de los padres fundadores de la nación cubana; no omite los errores, pero enaltece las virtudes de ambos cubanos.

El artículo Céspedes y Agramonte aparece el 10 de octubre de 1888 en el semanario político literario el Avisador Cubano, -del cual era colaborador José Martí-que circuló entre 1885-1886 y 1888-1889, dirigido por el Sr. Enrique Trujillo y editado en Nueva York. El Avisador contenía noticias y anuncios sobre Estados Unidos de América, Cuba y España.

No es difícil imaginar los motivos por los que Martí-enfrascado en la preparación de la nueva gesta libertadora- escogió el aniversario XX del grito de Independencia de la Demajagua para hablar de ambos hombres, imprescindibles en la historia patria, que a pesar de sus diferencias tenían un fin común: la independencia de Cuba.

Por primera vez se analizan las personalidades casi en forma de símil: «De Céspedes el ímpetu, de Agramonte la virtud». Martí no enfatiza en las discrepancias e incomprensiones entre ellos, conjuga magistralmente sus virtudes, cualidades, actuaciones y pensamientos; lega un juicio objetivo y justo de la transcendencia en la historia de cada uno de ellos.

Y así es, como a través de una narración que devela la ida de Ignacio Agramonte, su amor hacia Amalia e hijo, su espíritu de guerrero, méritos militares, los éxitos en la organización de los talleres en la manigua y la preparación de la caballería camagüeyana, las extraordinarias cualidades como jefe y amigo. Llega así uno de los retratos escritos más cercano, de quien muere en combate el 11 de mayo de 1873.

Para orgullo de los agramontinos, -únicos en Cuba en tener un gentilicio conformado por el apellido de su héroe epónimo- el epíteto martiano «aquel diamante con alma de beso», es uno los más hermosos por el que se conoce desde entonces a El Mayor.

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