Por: Iosvany Hernández Mora
Manuel Fermín Rivero de la Calle nació en Esmeralda, provincia de Camagüey, el 5 de abril de 1926. Sus primeras instrucciones escolares las recibió en la Academia Llanes en Ciego de Ávila, donde además cursó los estudios de secundaria. El bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza, en la misma ciudad, fue una etapa decisiva para su vida, y su apego a las ciencias sociales y naturales, como la arqueología, la antropología, la espeleología, la geografía y la historia.
Allí, de la mano del profesor Marino Mendieta Echeverría, comenzaron sus incursiones de aficionado en sitios patrimoniales, continuadas luego en Camagüey, también desde la Segunda Enseñanza, con el profesor Felipe Pichardo Moya -destacado intelectual, quien para entonces había desarrollado investigaciones en la provincia y arribado a robustas conclusiones acerca de las culturas que habían habitado el archipiélago cubano antes de la llegada de los colonizadores hispanos.
La escritura, el periodismo y el reportaje gráfico también cautivaron las energías de Manuel Fermín a temprana edad. Siendo un adolescente fue galardonado por sus textos, que cubrían un heterogéneo abanico de temáticas, entre las que figuraron las históricas, literarias, y las dedicadas a personalidades y procesos biológicos y paleontológicos. Se le conocen los ensayos dedicados al coronel Simón Reyes Hernández (El Águila de la Trocha), Pablo Neruda -publicado en la revista Isla, de la Universidad Central de Las Villas- y otros, al naturalista Carlos de la Torre y a la historia de las ciencias biológicas.
Al matricular en 1945 en la carrera de Ciencias Naturales de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Habana, Manuel Fermín profesaba sólidos criterios en su formación científica y literaria, en los cuales conjugó una profunda concepción humanista y naturalista que extendió de manera coherente en sistemáticas investigaciones de campo y de laboratorio, y en su actividad curricular y de enseñanza.
Esta dualidad, investigativa y docente, continuó en su vida profesional tras su graduación universitaria, ocupando espacios significativos en la Escuela de Artes y Oficios de Trinidad, en el Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Clara y en la Universidad Central de las Villas -empeños que le permitieron integrar las organizaciones y asociaciones más prestigiosas del momento, en Cuba y en el mundo, como la Junta Nacional de Arqueología y Etnología, la Sociedad de Biología Humana de Londres y la Sociedad Internacional de Biología Humana de París, por citar solo algunas.
En su libro Antropología en Cuba. Orígenes y desarrollo, publicado en 2012 por la Fundación Fernando Ortiz, el Dr. Armando Rangel Rivero dedicó un merecido acápite a este pilar fundamental de la arqueología y la antropología en Cuba, no solo por la calidad de sus publicaciones, las cuales son de obligada referencia -incluso para el estudio de las culturas aborígenes en Camagüey, en el que destacan sus informes: Excursiones arqueológicas a Camagüey de 1958, y Estudios de las pinturas indígenas de la cueva Pichardo, Camagüey en 1960-, sino por su aporte decisivo al desarrollo de estas disciplinas en la Isla.
Una vez incorporado como profesor en la Universidad de la Habana luego del triunfo revolucionario en 1959, lideró allí las reformas trascendentales en los planes de estudios y la formación de nuevos profesionales, que posicionaron la antropología en una de las etapas más fructíferas y alentadoras.
Al morir el 23 de septiembre de 2001, Rivero de la Calle había legado un consistente caudal, ya clásico, que cohesionaba los aportes de quienes lo precedieron a las tendencias teóricas y metodológicas actuales.