Por: Ricardo Muñoz Gutiérrez
La instauración de la República de Cuba en 1902 no significó el país “con todos y para el bien de todos”. La Cuba soñada de Martí se convirtió, por una parte, en una hacienda de fuente de riquezas de la antigua oligarquía, los nuevos políticos y sus camajanes de los partidos, y del capital extranjero, fundamental del norteamericano en rápido crecimiento presencial en la Isla. La otra parte era el pueblo trabajador y explotado de la ciudad y el campo o, peor, los desempleados, principalmente en los tiempos de las crisis.
La situación interna y la influencia internacional, caracterizada por la Revolución de Octubre, la instauración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la Internacional Comunista, estimuló la divulgación de las ideas del marxismo leninismo y el surgimiento de organizaciones revolucionarias como las agrupaciones comunistas de La Habana en marzo de 1923 y después en Manzanillo, Media Luna, San Antonio de los Baños y Guanabacoa.
Los días 16 y 17 de agosto de 1925 se celebró el Primer Congreso de Agrupaciones Comunistas en La Habana con la asistencia de 17 delegados, entre ellos el viejo luchador independentista y del Partido Revolucionario Cubano, Carlos Baliño, el líder estudiantil Julio Antonio Mella y un representante del Partido Comunista de México; todo en la estricta clandestinidad ante el gobierno de Gerardo Machado.
El principal acuerdo del cónclave fue la creación del Partido Comunista de Cuba, y su adhesión a la Internacional Comunista liderada por Lenin. Como secretario general fue elegido José Miguel Pérez, posteriormente expulsado del país por luchador de origen español, y Mella, secretario de Propaganda.
El PCC nació en la clandestinidad, y desde esa posición, junto con la Confederación Nacional Obrera de Cuba -que había sido fundada en Camagüey en los primeros días de agosto, también de 1925- hizo un extraordinario aporte al movimiento revolucionario cubano. Estas organizaciones fueron las fuerzas fundamentales que derrotaron la dictadura de Machado con la huelga general de agosto de 1933.
La consagración de los comunistas cubanos al servicio de la lucha del pueblo en condiciones de ilegalidad, extrema persecución e incomprensiones políticas de otras fuerzas progresistas o nacionalistas que rechazaron la unidad de acción con el Partido y el rechazo a las ideas socialistas de sectores de la población permeadas por la propaganda anticomunista hicieron muy difícil la labor del Partido Comunista; no obstante, con los años fueron ganando prestigio revolucionario en la sociedad.
Algunos errores políticos cometidos por esta vanguardia política debido a la influencia y orientaciones del movimiento comunista internacional en cuanto a estrategia y táctica de lucha sirven para apreciar cómo fueron en diferentes momentos históricos rectificando y adaptando su proceder a las nuevas condiciones.
Un rol importante desempeñaron los representantes comunistas en el articulado y carácter progresista de la Constitución de 1940; además, el Partido fue protagonista en la educación política e ideológica de sectores obreros y campesinos.
Después del triunfo de la Revolución en 1959, la dirección del Partido Socialista Popular (así se llamaba entonces el partido de los comunistas) acordó, en pro de la unidad de los revolucionarios cubanos, unir sus fuerzas a las ORI (Organizaciones Revolucionarias Integradas) bajo la dirección del líder Fidel Castro.