A las siete de la mañana la negra cerrazón presagiaba una lluvia diluviana.
–Quizás no podré salir esta mañana-, afirmó Thiago Stefan da Silva y volvió a contemplar su velero, Jesús Nazareno, con el cual transportaba mercancías entre el embarcadero de La Guanaja, al noroeste de la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, y San Cristóbal de La Habana.
El Jesús Nazareno estaba cargado de tasajo, cueros y tocino procedentes de Puerto Príncipe. En la Guanaja había dejado, con igual destino, productos como velas, telas, ropa, zapatos, armas, pólvora y proyectiles.
–El agua no te dejará salir por la mañana-, le había dicho la noche anterior la negra Tomasa, diestra en vaticinios y en romper hechizos, pero la confirmación de la profecía él la tomó como una simple casualidad.
Thiago Stefan, un portugués oriundo de Oporto y aplatanado en Puerto Príncipe, cargó la pipa con picadura curada con miel de abejas y aguardiente, y en la taberna del manco Gutiérrez, la mejor en La Guanaja, se dispuso a esperar la lluvia anunciada, la cual comenzó torrencial.
Echó una gran bocanada de humo que se fugó por una ventana y se deshizo bajo el agua, y bebió un trago de aguardiente.
Media hora después entró un individuo cubierto con un capote negro y empapado.
El visitante pidió aguardiente y se puso en una mesa frente a Thiago Stefan, quien observó estupefacto la velocidad con la que el nuevo cliente consumía la fuerte bebida.
El hombre terminó de beber y se retiró bajo el agua, aún abundante y ruidosa.
–Gutiérrez, nunca he visto a alguien tomar tanto en tan poco tiempo-, le dijo Thiago Stefan al tabernero.
–¿A quién se refiere usted?
–Al que acaba de salir de aquí.
–¿De aquí?
–Si, de aquí, el que se fue hace poco.
— No, hoy por la mañana solo usted ha estado aquí.
–¿Y entonces el hombre del capote…? Sí, el que tomó como un demonio. Sí, el que entró y se fue bajo el aguacero…¿Pero cómo que usted no lo vio? Pero Gutiérrez , si estaba frente a mí y usted le sirvió el aguardiente.
–Le repito que aquí no ha estado otra persona.
Thiago Stefan no preguntó más.
Ya había casi escampado y al salir le dijo al tabernero:
— Entonces parece que es verdad que la vida está llena de misterios. Sí, de misterios… usted no lo creerá, no lo creerá, pero yo estoy seguro que esta mañana lo vi aquí.
(Relato tomado del libro inédito Lo que fue y pudo ser en Santa María del Puerto del Príncipe, en el cual confluyen la realidad y la ficción).