Por: Ricardo Muñoz Gutiérrez
Cándido González Morales, nació el 6 de enero de 1929, en Puerto Padre, Las Tunas; aún en la escuela primaria la familia pasó a vivir a la ciudad de Camagüey.
En la Escuela Profesional de Comercio de Camagüey se convirtió en el líder estudiantil, posteriormente de la Juventud del Partido Ortodoxo de Chibas y del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, en la provincia. Por su labor revolucionaria la Dirección Nacional del 26 decidió su salida al exterior, para prepararse en la expedición que organizaba Fidel.
En México, según el expedicionario del Granma Faustino Pérez:
…se convirtió en un factor de primer orden en cuanto a ayudar a la organización de la expedición y vino a ser como el ayudante principal de Fidel, que se movía con él para todas partes, mientras la mayor parte de los compañeros permanecían en los campamentos donde no conocían al resto de los compañeros. Cándido, sin embargo, acompañaba a Fidel, a veces le manejaba el carro, otras veces sin manejarle, pero iba con Fidel y le ayudaba en casi todas las tareas, pues él si conocía todos los aspectos de la expedición.[1]
Otro expedicionario, Reynaldo Benítez, apunta que “…era incansable… dedicaba las 24 horas del día, a las actividades de nuestro Movimiento en el exilio, por eso es que pudo ser, como digo, la mano derecha de Fidel en México…[2]
Le correspondió avisar a gran parte de los expedicionarios para el traslado a Tuxpan, el Che lo identifica como parte del “grupo íntimo de Fidel”.
Como otros expedicionarios, con poca o ninguna experiencia de navegación, debió sufrir los efectos de los vaivenes del precario navío. Estuvo en el reducido espacio de la puerta de la cabina y ayuda a Fidel en el ajuste de las armas. Cuando el 1º de diciembre Fidel informa la estructura militar del contingente expedicionario, el teniente Cándido quedó adscrito al Estado Mayor.
El desembarco
El desembarco y la marcha entre y sobre el mangle con el peso de la mochila, el arma, las balas, escasa alimentación y agua durante varios dias, dificultan el avance. Cándido se mueve junto al Estado Mayor, que encabeza a los revolucionarios; los días 2 y 3, es poco lo que pueden descansar, comer y saciar la sed. Es importante caminar en dirección al este hasta la Sierra Maestra. Solo el 4 logran comer con alguna satisfacción por la ayuda campesina y una compra en una bodega. Caminan esa noche y al amanecer del 5 acampan en un cañaveral cerca de Alegría de Pio. Alrededor de la 4.00 pm son atacados por el ejército de la tiranía y se produce la dispersión de los expedicionarios en pequeños grupos o de forma individual.
En el grupo más numeroso, 14 compañeros, va Cándido. Durante la noche y el amanecer del 6 caminan hacia el sur y llegan a los farallones de la costa. Deciden descansar y discuten el camino a seguir; unos pretenden hacerlo por el monte y otros bordeando la costa. Como no llegan a un acuerdo se dividen; un grupo de siete compañeros capitaneados por José Smith, en el que va Cándido, se deciden por la costa. El camagüeyano es el más afectado físicamente, una afección pulmonar le roba las fuerzas al extremo que al llegar al mar toma agua salada sin pensar en las consecuencias. Solo la voluntad o el instinto de supervivencia hacen a Cándido avanzar con el grupo en dirección Este, a la Sierra Maestra.
La delación
El dia 8 llegan a la desembocadura del rio Toro, divisan una casa de familia y vuelven las esperanzas; el dueño promete ayudarlos y sale de la casa mientras seis expedicionarios permanecen en ella, pues Jesús Reyes no confía en el campesino y decide continuar. Tenía razón, es un delator que regresa acompañado de la Guardia Rural, que se aposta cuidadosamente por donde llamará y hará que los revolucionarios bajen. Funciona el ardid, Cándido solo puede huir unos metros; heridas de bala o quizás las fuerzas no le permiten más. Los soldados lo encuentran entre la hierba de guinea y lo asesinan. Los cadáveres de los seis revolucionarios son colocados en parihuelas haladas por caballos para conducirlos hasta Las Guásimas y de ahí a Niquero en una camioneta.
El 8 de julio de ese año le había escrito a su hermana
“Todos ustedes deben estar orgullosos de nosotros…
La vida no tiene sentido si no se lleva con honra y dignidad. No cederé en mis afanes si ello equivale a la claudicación. Eso sería doblar la cerviz y vivir de rodillas y yo así no puedo vivir. Jamás claudicaré. Es mejor morir, vivir para la eternidad después del deber cumplido, que vivir sin decoro. Como dijo Martí: Cuando hay hombres sin decoro hay otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres.[3]“
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[1] Maritza Álvarez López y Edelsa Cruz Áreas: “Biografía de Cándido González”. Trabajo de Diploma. Instituto Superior Pedagógico José Martí. p. 61.
[2] Rodríguez Manzo, Humberto: Cándido González Morales, un revolucionario sin tacha. Editorial Sanlope, Las Tuna y Editorial Ácana, Camagüey. 2008. p. 106.
[3] Cándido González. Carta a su hermana. 8 de julio de 1956. En Las Clavellinas. Rev. Editada por la Sección de Actividades Político-Ideológicas del Departamento de Orientaciones Revolucionarias del Comité Provincial del Partido en Camagüey. 2/86. p. 35.