Hace 124 años, el 7 de diciembre transcurría de forma tranquila en el campamento del palmar de San Pedro, el Mayor General Antonio Maceo dictaba órdenes a los oficiales de su estado mayor para la futura campaña habanera.
Maceo confiaba en el éxito de su nueva campaña y que con ella trajera el derrumbe de Weyler, y así, un cambio radical en la lucha.
A esta nueva fase le precedía la fama de la Campaña de Occidente donde se conjugaron los éxitos militares, la destrucción de una parte de la economía colonialista basada en el tabacole; junto al fracaso de Valeriano Weyler en derrotar a Maceo y con ello pacificar la región.
Después de estudiar los planos de las poblaciones que le había facilitado el capitán Andrés Fernández, en los que figuraban los fuertes y defensas de las plazas perfectamente señaladas, pensaba marchar en la noche del propio día 7 hacia Mariano en la periferia de La Habana.
Maceo y la buena lectura
Estaba de buen humor el general y el campamento tranquilo. Después de almorzar una gallina frita con algunas viandas en compañía de los jefes y oficiales que lo rodeaban, se retiró. Recostado en su hamaca escuchaba entusiasmado junto a Pedro Díaz, Baldomero Acosta, Carlos Guas y Juan Delgado a Miró que, a petición suya leía en voz alta la campaña de invasión.
A Maceo le gustaban las páginas referentes al combate de Coliseo, siempre hacia repetir: (…) se hundió el astro de su fortuna cuando aún no era media tarde en aquel cielo tenebroso (…), ya que en ellas se refería a su compadre Martinete, forma en la que se aludía a Arsenio Martínez Campos.
Cuando el silencio se transformó
Sonaron tiros, que irrumpieron en el silencio de la tarde, precedidos de varias descargas. El descuido manifiesto de las patrullas de exploradores que el general Maceo había ordenado a Juan Delgado enviar en seguimiento de la columna española de unos 650 hombres, salida en la mañana desde Punta Brava al mando del comandante Francisco Cirujeda.
La tropa española no encontró obstáculo alguno siguiendo de forma sigilosa el fresco rastro de Maceo hasta hallarse frente a la guardia cubana de la Matilde, arrollando a sus 87 hombres que la integraban hasta el campamento donde descansaba el mayor general por la guerrilla de Peral.
Después de la confusión por la sorpresa, y la rápida reacción salvadora de los oficiales mambises del estado mayor de Maceo, que junto a 40 hombres lograron desplazar de la Matilde a la guerrilla de Peral. El Titán impresionado por fugases segundos, se incorporó y enseguida ordenó que le trajeran una corneta para tocar la carga.
Valor e integridad
Como era costumbre en él, necesito diez minutos para vestirse del todo, ceñirse el cinturón que sostenía el machete y el revólver, y ensillar el caballo, faena que practicaba en casos bélicos para estar seguro sobre los estribos. Al estar convencido de que nada le faltaba ordenó: ¡Por aquí! mostrando la senda de la batalla.
Al entrar Maceo por la cerca de piedras que dividía las fincas Purísima Concepción y Bobadilla se tropezó con el obstáculo de una cerca de alambre que le impidió llegar a paso de carga hasta las posiciones españolas.
Al ordenar que picaran la cerca y al general Díaz que flanqueara por la derecha se le oyó decir: ¡Esto va bien!
Las últimas balas
Al erguirse, una bala impactó en su rostro. Se mantuvo unos tres segundos en el caballo hasta que soltó las brindas, se les desprendió el machete, y se desplomó. Junto con él cayeron doce soldados de su escolta por el fuego de los españoles.
Al incorporarlo moribundo el jefe de la escolta Juan Manuel Sánchez, Maceo expresó: ¡Eso no es nada!¡No se amilane!, expirando seguidamente no sin antes ser alcanzado por otro disparo en el pecho.
Al conocer la noticia con la llegada de los heridos al campamento, el capitán Francisco (Panchito) Gómez Toro, ayudante del mayor general desde el encuentro entre Maceo y los expedicionarios del Three Friends el 18 de septiembre, que había arribado a Cuba el día 10, y que no había ido al combate debido a la herida que presentaba desde el combate de la Gobernadora; partió al encuentro de su general y en los intentos por rescatar el cuerpo cayó mortalmente herido, siendo rematado de un machetazo por un soldado español.
Su impronta
Caía el Titán de Bronce, el héroe de Baraguá, el hombre que se había incorporado a la Guerra Grande desde el 12 de octubre de 1868, como soldado y durante el desarrollo de la misma su labor se caracterizó por el acenso de la autoridad y prestigio militares para el crecimiento de su liderazgo y la constante radicalización de sus ideas.
Estas le permitieron transcender su ejecutoria militar y asumir posiciones políticas en defensa de la revolución y de su continuidad.
Las instituciones establecidas en la República en Armas contaron con su respaldo así como sus decisiones, aún cuando no las compartiera totalmente o las considerara inadecuadas. Junto a principios insoslayables como la necesidad de no recurrir a la insubordinación para resolver los problemas surgidos, obedecer las leyes y los órganos gubernamentales establecidos, así como contar con el pueblo caracterizaron su actuar.
La caída en combate de Antonio Maceo era la segunda catástrofe de la guerra, porque, aparte de la pérdida inconmensurable que significaba en el terreno militar por su genio en el arte militar; lo representaba en el plano político por su enorme talento. Se había vuelto el único hombre que a falta del insustituible Martí, podría a causa de su espléndida visión guiar el proceso cubano.
La historia vuelve a parir valientes
Treinta y ocho años después de la caída en combate del Titán de Bronce Antonio Maceo en San Pedro, quiso la casualidad que ese día y en Santiago de Cuba cuna de Maceo pero de 1934, naciera un niño que se convertiría en una de las figuras más admiradas por los cubanos, Frank Isaac País García.
De Maceo a Frank
Su formación ético cristiana, no le impidió desde los 18 años oponerse a la dictadura de batistiana desde el propio día del 10 de marzo de 1952.
El ataque al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 por jóvenes que desafiaron el poderío militar de la dictadura dirigidos por Fidel Castro para no dejar morir al Apóstol en el año de su centenario, despertaron un profundo impacto en Frank, reflejado en la carta que escribió el día 28 de julio a Elia Frómeta donde expresando:
“…no estoy en nada, pero quisiera. Ese día salí a la calle buscando quien tuviera u rifle o un revolver y suerte para ellos que no lo encontré, porque si no por cada bala que me hubieran dado me hubiera llevado a uno…”
Las acciones represivas de la dictadura contra los sobrevivientes también son objeto de comentarios en la epístola:
“… los matan como a mosquitos. Son unos asesinos. Quieren desquitarse como cobardes lo que no supieron defender como hombres cuando tenían que hacerlo. Me dio una rabia y un dolor ver como morían y mueren decenas de muchachos jóvenes.”
Su prosa encendida
En sus escritos en prosa se encuentra uno referente entre los meses de julio y octubre de 1953, sin título, pero no cabe duda que fue dedicado a Fidel:
“No te desalientes amigo mío, que el triunfo es de los que se sacrifican y tú te has sacrificado bastante. Hoy te miré tan triste, con todas tus esperanzas por el suelo, con deseos de llorar tus amarguras, y tuve deseo de llorar contigo…
No has perdido ocasión de demostrarle a la patria tu gran amor por ella, y no has perdido ocasión tampoco de demostrarnos, a quienes nos honramos en llamarnos tus amigos, el firme ideal de tus sentimientos, el noble cariño y la forma limpia y clara de tu fiel ejecutoria.
(…) No te desalientes amigo mío que el triunfo es de los que se sacrifican y tu triunfo está cerca”.
Debemos aclarar que para este entonces Frank no conocía a Fidel, pero era tal su identificación con él.
Su formación
Graduado de maestro Normal desde el 6 de julio de 1953, comenzó a laborar en el colegio El Salvador, todas las clases eran impartidas con devoción, pero en la de historia mostraba especial fervor.
Buscaba trasmitir a sus alumnos la verdadera historia, exaltando el valor y desinterés de nuestros patriotas, su civismo y su pensamiento político. Con las constantes alusiones a estos temas Frank creaba en las mentes de sus alumnos un sentimiento de patriotismo y de repudio al tirano.
Tal era así que para él, el día de su cumpleaños no era día de festejos, ya que ese día se conmemoraba la caída en combate de Maceo y, en su nombre la de todos los que dieron su vida por la libertad de Cuba.
Cuánta entereza y no sabía que él un día también entregaría su vida por la plena libertad de Cuba.
Su amplia labor revolucionaria y el prestigio que va adquiriendo a pesar de corta edad desde la FEU de la Universidad de Oriente, en el Movimiento Nacional Revolucionario dirigido por el profesor Rafael García Bárcenas donde militaron Armando Hard y Faustino Pérez entre otros hasta conformar la Acción Revolucionaria Oriental (ARO). Con esta Frank buscaba que ella se asemejara la de los moncadistas en el nivel de compartimentación en la lucha contra Batista.
Su acercamiento a la Federación Estudiantil Universitaria se remonta a enero de 1955 cundo José Antonio Echevarría visitó la Universidad de Oriente para el fórum sobre el Canal Vía Cuba y en un segundo encuentro esta vez en La Habana, conoció a Fructuoso Rodríguez, Joe Westbrook, Juan Pedro Carbó, José Machado, Faure Chomón, Rene Anillo entre otros, con una firme actitud de lucha frente a la dictadura.
Pero sería Lester Rodríguez asaltante al Moncada, santiaguero que había logrado escapar, y ya había tenido vínculos con Frank en los meses posteriores al Moncada, donde habían trazado un plan para rescatar a los moncadistas de la cárcel de Boniato, plan que nunca llegó a materializarse.
De regreso de forma clandestina a Cuba a inicios del año 1955 desde México, y al concederles el gobierno la amnistía producto de la presión popular a los jóvenes del Centenario, Lester se reunió con Fidel y le comentó a él sobre el joven Frank, como alguien con quien debía contarse en la futura organización. Y así sería, en la conformación del Movimiento 26 de julio en Oriente el joven de apenas 21 años asumiría el cargo de jefe de Acción.
El encuentro
Se conocerían finalmente en México en agosto de 1956, cuando Frank viajó al país azteca, para preparar junto a Fidel las acciones de apoyo de la futura llegada de los expedicionarios a Cuba.
No hizo falta presentaciones, un abrazo sustituyó las formalidades. El 30 de noviembre de Santiago de Cuba amanecía en pie de combate, en apoyo al desembarco del yate Granma, que finalmente arribaría a las costas cubanas el 2 de diciembre después de siete días de navegación. Valerosos jóvenes perderían la vida en la acción entre ellos Pepito Tey, Otto Parellada, Tony Aloma y varios más.
Después de las acciones del 30 de noviembre sobre Frank se lanzó una persecución feroz por parte de los esbirros batistianos, pasaría a la clandestinidad y desde ella cumpliría todas las tareas como jefe de acción y sabotaje del M- 26 de julio en el país. Toda vez que garantizaba el envio de refuerzo y provisiones hacia la sierra.
El 30 de julio de julio de 1957, un mes exacto de la muerte de su hermano Josué a manos de la dictadura, caería asesinado en el Callejón del Muro junto a su amigo Raúl Pujol, Frank País Garcia. Cuba perdía a uno de sus más preciados hijos.
Su partida
De él, el líder de la revolución sintetizó todo el valor que encerraba la figura de Frank País cuando expresó al conocer la noticia le escribió a Celia antigua colaboradora de Frank “Cuesta trabajo creer la noticia (…) ¡Qué Monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado. No sospechaba siquiera el pueblo de Cuba quien era Frank País, lo que había de él de grande y prometedor. Duele verlo así, ultimado en plena madurez a pesar de sus 25 años, cuando estaba dándole a la Revolución lo mejor de sí.