Agosto comienza con un amor marcado, sobre todo para los camagüeyanos, pues en su primer día se celebra un acontecimiento, que si bien es un acto de profundo cariño y ternura, también es histórico.
Ese día del año 1868 contrajeron matrimonio en la iglesia de Nuestra Señora de la Soledad, en Camagüey; una de las parejas más hermosas, emblemáticas y legendarias de nuestro país, los cónyuges fueron Francisca Margarita Amalia Simoni Argilagos e Ignacio Eduardo Agramonte Loynaz.
Desde siempre este idilio ha sido ejemplo para muchos cubanos que deciden unir sus vidas a través del enlace matrimonial.
Experiencia, satisfacción y recomendaciones…
Les confieso que cuando resolví casarme, un día 13 de ese propio mes, no sabía nada de esto; a pesar de ser bien camagüeyana y estar estudiando ya mi carrera de Historia.
Ya han transcurrido 44 años de aquel suceso que si bien no puedo decir, hemos sido testigos de hazañas históricas como las de estos personajes relevantes y célebres, sí ha estado cargado de un gran amor, comprensión, respeto y admiración mutua, que afortunadamente ha sabido sobre llevar contra viento y marea; pues la vida en común está llena de altas y bajas y como dice una estrofa de un tema musical,“…hay que quererse mucho…´´, para poder sortear las dificultades que se nos presentan a diario en el camino. Pero si existe amor, ese sentimiento que, como también reza en otra canción“…es la fuerza que mueve la Tierra…´´, entonces amigos míos, todo se logra, todo se puede, todo se transforma en algo bello que nadie puede deshacer.
Hoy les puedo decir que he sido y soy feliz de haber unido mi vida a alguien que me ha dado una gran satisfacción, tener una familia, como tal vez, aquella que soñaron Amalia e Ignacio, y que tan poco tiempo disfrutaron desafortunadamente; cuestión esta que yo sí he podido vivir a plenitud y siempre guardaré en lo más profundo de mi alma estos años transcurridos, y con las canas que ya peino, aunque me las tiño de vez en cuando, recomiendo a los jóvenes que deseen unirse: compréndanse, quiéranse, sean sinceros los unos con los otros, para que el amor verdadero perdure y se transforme en un auténtico romance, como aquel vivido por El Mayor y su amada.