El Mayor fue uno y murió en Jimaguayú

Foto: Archivo OHCC
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Por: Ricardo Muñoz Gutiérrez

Muchos podríamos preguntarnos por qué el mayor general Ignacio Agramonte Loynaz ha pasado a la historia como El Mayor, conociendo que este apelativo es una simplificación del grado militar que alcanzó -máxima graduación del Ejército Libertador- y muchos otros también alcanzaron este grado en las guerras independentistas contra España.

Es difícil explicar las razones y mucho más el momento en que sus soldados comenzaron a nombrarlo de esta manera que expresaba respeto y admiración. Sin embargo, la pluma de quien fue su secretario durante parte de esa contienda, Ramón Roa Garí, nos ha permitido acercarnos al momento en que quizás quedara estampado, exclusivamente, este sobrenombre para el legendario héroe camagüeyano.

Después de la muerte de Agramonte en Jimaguayú el 11 de mayo de 1873, el presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes, designa al también mayor general Máximo Gómez Báez para ocupar el puesto vacante de Jefe del Departamento del Centro, al mando de las fuerzas de Camagüey y Las Villas del Ejército Libertador. Este había considerado importante hacer una invasión a Occidente y esto estaba en los planes de Céspedes y Agramonte en esta fecha.

Inmediatamente Gómez se prepara para trasladarse al Camagüey, a la tierra de “(…) aquel valiente y nunca bien sentido General”, según apunta en su Diario de Campaña. Iba en busca de las fuerzas libertadoras camagüeyanas, las más disciplinadas y organizadas, interinamente, bajo la jefatura del mayor general Julio Sanguily Garrite.

Cuenta Roa que el 6 de julio de ese año, el norteamericano Henry Reeve, teniente coronel y jefe de la legendaria caballería camagüeyana, había acampado en el potrero La Crimea[1] a 40 km al sudeste de Puerto Príncipe. No había transcurrido mucho tiempo cuando se dio un aviso de la aproximación de un grupo de caballería, del cual se destacó un número a galope, el que fue traído a presencia del teniente coronel Reeve.

  • Teniente coronel Reeve —dijo, cuadrándose y haciendo la venia.
  • Baje la mano —le contestó Reeve—, ¿qué novedad hay?
  • Que ahí viene El Mayor.
  • ¿El Mayor?… ¿Qué mayor es ese?
  • El Mayor Gómez, nombrado jefe del departamento.
  • ¡Ah! El general Máximo Gómez; y no diga usted El Mayor; porque El Mayor fue uno y murió en Jimaguayú.

Tal era la veneración…

Podría alguien que no conociese el patriotismo de Máximo Gómez pensar que aquella frase, si llegó a sus oídos, lo predispusiera ante aquellos hombres que idolatraban a su antiguo Jefe; sin embargo, ese día apunta en el Diario “(…) fui recibido atentamente por este Cuerpo (…)”.

Al día siguiente se une a Sanguily y a otra parte de las tropas. Impresionado vuelve a escribir:

Pocos pueden como yo apreciar la pérdida que ha sufrido la Revolución con la muerte del Gral. Agramonte. Es regla general que en el soldado se han de ver como de relieve marcadas las condiciones morales de sus jefes, y en estas tropas se notan el hábito de disciplina, moralidad y orden que eran sin duda de las primeras cualidades de aquel carácter. Los españoles no saben una cosa y es que Agramonte inspirado en puro patriotismo dejó asegurada la Revolución en esta parte. Agramonte les hará tanto daño muerto como les hizo vivo.

El día 9, toma el mando militar de las divisiones de Camagüey y Las Villas. Sobre las fuerzas bajo su mando, expresó: “(…) he encontrado el instrumento bien templado y mi postura estriba en arrancarle buenas notas.”

A partir del 9 de julio de 1873, el mayor general Máximo Gómez y los hombres del Mayor protagonizarán las principales acciones combativas de la Guerra de los Diez Años que son grandes páginas de la Historia Patria.

No olvidó Gómez está apreciación. Según escribe José Martí, en cierta ocasión, un adulador celebra a Gómez por los triunfos que obtenía en el Camagüey; pero este, recordando la organización de las fuerzas por El Mayor, le contesta “(…) Amigo, aquí lo que ha pasado es lo siguiente: me he encontrado un violín con muy buenas cuerdas, y muy bien templado, y yo no he hecho más que pasarle la ballestilla”.

[1] Máximo Gómez en su Diario de Campaña dice que fue en La Aurora.

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