Por: Marisabel Almeida Torrens
Los recursos paisajísticos constituyen elementos singulares que definen la integridad y autenticidad de un paisaje determinado, a través de su valor visual, ecológico, simbólico, cultural y/o histórico (Generalitat Valenciana, 2012).
En el caso del Centro Histórico de la ciudad de Camagüey se reconocen las iglesias fundacionales como recursos paisajísticos clave, pues a lo largo de los años ha persistido su representatividad simbólica.
Esto puede corroborarse desde el espacio público, en el que se descubren como hitos articuladores de la estructura urbana desde el punto de vista visual y funcional, lo cual ha generado que esta ciudad haya sido reconocida como “Ciudad de las Iglesias”.
La identificación de los corredores visuales que la descubren y su valoración contribuyen a planificar la conservación de estos recursos paisajísticos y sus vistas más significativas, ante los impactos de las transformaciones morfotipológicas que están teniendo lugar en la urbe y que atentan contra la calidad visual del paisaje urbano histórico camagüeyano.
Constituye además una vía para la preservación y el afianzamiento de la identidad cultural urbana y para reconocer su utilidad desde el punto de vista socioeconómico.
¿Qué es la integridad visual?
El concepto de integridad visual, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), se vincula con la preservación del patrimonio cultural y natural.
Está relacionado con las vistas relevantes, los panoramas, los puntos de observación y las siluetas de las ciudades. Significa la capacidad del patrimonio de mantener sus particularidades y valores visuales desde el punto de vista estético.
Las vistas relevantes de las ciudades presentan atributos culturales de valor patrimonial con los cuales se identifican y desde los que se puede reconocer su integridad visual. Estas resultan valiosas porque, según English Heritage (2011), constituyen “una composición histórica, y son un resultado acumulativo de un largo proceso de desarrollo” (p.3).
En ellas se aprecian partes de la morfología urbana y de los elementos del medio natural sobre los que esta se asienta, tales como: la trama urbana, las tipologías edificatorios, los usos del suelo, las dinámicas sociales; así como el cielo, la vegetación, los cuerpos de agua y los accidentes geográficos -entre los que resaltan los recursos paisajísticos como elementos con valor simbólico, visual, cultural o histórico, que tienen una fuerte influencia en la conformación o preservación de la identidad y la memoria colectiva (Almeida, Zúñiga y Gómez, 2021).
La observación e interpretación de esta información visual conduce a un proceso valorativo que será diferente según la cultura del observador y sus experiencias (Sánchez, 2014), y da lugar a preferencias sociales por determinadas vistas urbanas.
En esta elección influyen la articulación entre los componentes de la estructura urbana y del medio natural, sus cualidades visuales, valores patrimoniales y representatividad simbólica. Según Beaudet (2008 citado en Lalana & Santos, 2011) las vistas relevantes son el resultado de, al menos, la conjunción de dos aspectos: la configuración visual y los valores; y su consideración tiene un indudable interés desde el punto de vista de la conservación del patrimonio urbano.
Esto demuestra la complejidad de abordarlas desde la gestión urbana, ante el carácter subjetivo y valorativo al que están sujetas.
Por ello, se concuerda con Lalana & Santos (2011), quienes plantean que: El tratamiento de las vistas urbanas conlleva, por tanto, juicios de valor. Hay que seleccionar y jerarquizar; y la dimensión subjetiva, o mejor, las diversas percepciones implicadas, requieren de un proceso de consulta y participación; así como del desarrollo de un sistema de indicadores de evaluación y seguimiento, nada más y nada menos que dos de los aspectos actuales pendientes de desarrollar efectivamente en la conservación del patrimonio urbano (p.6).
Los valores de las vistas relevantes
Las vistas relevantes, como parte componente del paisaje urbano histórico, aportan valores culturales, visuales, identitarios y simbólicos de la ciudad. Por tal motivo son reconocidas como recurso psicológico – visual con una influencia decisiva en el sentido de identidad y de apropiación ciudadana hacia la ciudad en general y hacia determinados espacios.
El ser humano, al proyectar sus ideales y cualidades al construir y vivir la ciudad, plasma en esta un conjunto simbólico que, al mismo tiempo, puede ser comunicado e interpretado, con capacidad de influir en la personalidad humana, debido a que la proyecta (Rodríguez y Carrasco, 2016).
Por lo tanto, se convierten en una herramienta poderosa para la comunicación, el debate, el consenso, el posicionamiento de la ciudad y la protección del patrimonio visual. Son reconocidas, además, como recurso económico, ante la necesidad de paisajes de alta calidad para desarrollar las distintas funciones urbanas -como el turismo, la residencia, las actividades recreativas y los servicios.
En el caso del turismo, se destaca la relación directa de esta actividad con áreas altamente cualificadas desde el punto de vista estético; lo cual incide en la ubicación de alojamientos, servicios, recorridos turísticos y la imagen de marca de la ciudad. Esto a su vez redunda en recursos económicos para los habitantes, puestos de trabajo y financiamientos para la conservación del patrimonio.
Esta concepción de recurso, unida a la complejidad de los elementos que intervienen en ellas y a las amenazas que atentan contra su integridad visual, marcan la necesidad de su gestión desde el ordenamiento urbano – territorial, para que puedan contribuir a la prosperidad económica y la calidad de vida de la comunidad.