Francisco Agüero y Velasco, Frasquito, nació en la villa de Puerto Príncipe, actual ciudad de Camagüey, presumiblemente y según su propia confesión, en el año 1793. Poco después, en 1812, cuando se hallaba en La Habana, fue sorprendido por el teniente de milicias Tomás Ramón de Socarrás mientras redactaba unas proclamas de corte independentistas que contenían críticas muy fuertes al Gobierno colonial.
Ese sería el mismo año que en la Plaza Mayor de la Villa natal de Frasquito, el 29 de enero, serían ahorcados ocho líderes negros responsables de secundar al negro libre habanero José Antonio Aponte Ulabarra; el cual desatara la lucha contra la esclavitud, la supresión de la trata negrera y la discriminación racial. También el mismo año en que, el 8 de septiembre, se implantaría el sistema constitucional en Cuba que, supuestamente, debía garantizar las libertades democráticas del ciudadano y una mayor apertura de gobierno; y entre otras ventajas, el derecho de elegir diputados a Cortes.
Es sabido que, pese a los anuncios, nada cambió en el antiguo régimen. Luego sería derogado el régimen constitucional y disuelta las Cortes madrileñas por Real Orden, de 4 de mayo de 1814, según lo dispusiera el monarca Fernando VII. En virtud de ese retroceso, Frasquito y otros criollos inspirados en ideas liberales y de independencia, acogerían la opción liberadora bolivariana como única opción revolucionaria para luchar por la separación de Cuba de España.
Agravada la situación política en Puerto Príncipe, Frasquito, en compañía de un puñado de principeños marcharía a Filadelfia, Estados Unidos, en busca de supuesto apoyo a los planes de independencia. Entre tanto, sus compatriotas José Agustín Arango Ramírez, Fructuoso del Castillo Varona, el trinitario José Aniceto Iznaga Borrell y el argentino José Antonio Miralla; pasarían a la Gran Colombia a contactar con el Libertador Simón Bolívar y otros altos oficiales de la campaña emancipadora, para ganar respaldo militar a los proyectos liberadores cubanos.
Luego viajaría a la ciudad de Maracaibo adonde arribaría, el 16 de mayo de 1825, mejor instruido con las ideas de la Revolución burguesa francesa bajo el tríptico Libertad, Igual, Fraternidad; sobre todo, después de haber repasado las ideas filosóficas de los enciclopedistas franceses del siglo XVIII. Sin perder tiempo en los aprestos por la libertad cubana y mientras proyectaba su retorno a la Mayor de las Antillas, confeccionaría el cuerpo de la organización masónica Arcana Globa de Mara, Orden Chimborojana y Círculo de la Esfera; sociedad secreta orientada a realizar actividades conspirativas con marcada presencia de ideas bolivarianas, cuya finalidad era reunir la mayor cantidad de independentistas y dirigir un levantamiento generalizado en la Isla.
Una sugerente décima suya es reveladora de su propósito de lucha y del internacionalismo latinoamericano:
“En vano el León se enfurece
Contra el indiano jovial
Ya la saheta mortal
Le hirió y ya desfayece
Al ver su perdida crece
Su furor y atrevimiento
Mas el indiano contento
Canta ya su victoria
Dejandp pa su gloria
A las fieras escarmiento”.
A Kingston, Jamaica, Frasquito Agüero arribaría el 11 de enero de 1826, y allí trabaría contacto con los camagüeyanos Alonso Betancourt y Betancourt y Andrés Manuel Sánchez Pérez, disponiéndose con urgencia a realizar reuniones secretas con patriotas colombianos y jamaicanos solidarios con los proyectos de libertad cubanos; planes que contemplaban armar una expedición salida de esa isla bajo bandera de “Soles y Rayos de Bolívar”, para dirigirse al sur de Cuba y efectuar su desembarco sorpresivo.
De Jamaica saldría Agüero en la balandra Maryland hasta desembarcar en el estero de Sabanalamar, cercano al puerto de Santa Cruz del Sur, Camagüey. Ya en la ciudad principeña reanudaría los contactos con los integrantes de la Cadena Triangular, que agitaba a sus efectivos para prender las llamas de la insurrección, mientras aguardaba por la expedición bolivariana consistente en siete barcos bien equipados. Al frente de la misma, se situaría un experimentado general venezolano y otros oficiales colombianos.
Conocidos por las autoridades gubernamentales y la milicia de cívicos defensora del régimen absolutista, algunos detalles de dichos planes y de la entrada de Frasquito en la ciudad, fueron directamente tras él y el mestizo Andrés M. Sánchez hasta el ingenio San José de las Cuabas; sitio donde fueron sorprendidos sin ofrecer resistencia y trasladados al cuartel del Regimiento de Infantería de León, situado en el convento de San Francisco de Asís en la plaza del mismo nombre.
Luego vendría el juicio en la Real Audiencia, donde recibirían la condena a ser ahorcados, sentencia cumplida en la Plaza Mayor*, al levantar el día del 16 de marzo de 1826. Se dice que algunos presentes vieron estremecerse los cuerpos en la horca que se había improvisado en la calle La Mayor, sin importar a las autoridades y menos al verdugo la proximidad del pórtico de la Iglesia Mayor.
Cuán ajeno estaría Frasquito en ese instante de su partida física, de las acciones que en la Gran Colombia impulsaban sus compatriotas José Agustín y su hermano Antonio Aurelio Arango y Ramírez, Fructuoso del Castillo Varona, Gaspar Betancourt Cisneros, el trinitario José Aniceto Iznaga Borrell y un puñado de valientes para traer la expedición bolivariana y libertar definitivamente a Cuba del colonialismo; sabría acaso que el abogado del Camagüey José Agustín Arango junto al peruano Manuel Vidaurre y Encalada agitarían en el Congreso Anfictiónico en Panamá las banderas libertarias y de unión continental de Bolívar y que rebatirían las pretensiones yanquis, británicas y francesas para destruir esa pretendida unidad de los pueblos de Nuestra América. Es probable que muriera satisfecho sabiéndolo.
El silencio español intentaría cubrir esa historia. En el primer tramo del Campo Santo de Puerto Príncipe no quedaría señalada la fosa a la que fue arrojado, acto que llenaría de más dolor los corazones de sus familiares y compañeros. Así los mártires pretendieron ser invisibilizados por el odio y la intolerancia extrema de un Imperio en decadencia moral.
Sin embargo, Cuba no los olvidaría jamás. A fin de cuentas, ellos quedaron resguardados profundamente en su tierra natal del Camagüey patriota. Y no fueron ellos los únicos.