A finales de la década de los años 70 del pasado siglo estudié mi carrera de Historia en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, hoy Universidad Pedagógica, en la ciudad de la Habana.
Siempre fui amante de la Pedagogía y cuando comencé a estudiarla mucho más, por eso al recibir la asignatura Historia de la Pedagogía la disfruté muchísimo; de allí mi admiración por una figura importantísima para la educación en Cuba, el eterno maestro Félix Francisco José María de la Concepción Varela y Morales, tal como reza en su bautismo católico.
De nuestro Varela: pinceladas
Este hombre de probada inteligencia, estudioso desde muy temprana edad se convirtió muy joven, como muchos sabemos, en profesor de numerosas materias, en el prestigioso Seminario de San Carlos y San Ambrosio, donde estudió.
Por sus métodos revolucionarios de enseñanzas ese otro imprescindible cubano discípulo de Varela, José de la Luz y Caballero dijo de él: “…mientras se piense en la isla de Cuba, se pensará en quien nos enseñó primero en pensar´´.
Varela en mí
Y justamente esa admiración, hizo que mi tesis de graduación estuviera dedicada a esa figura que, indiscutiblemente cuando hablemos de la Pedagogía y la educación en nuestro país tenemos por obligación que mencionarla.
Sus métodos totalmente en contra del escolasticismo lo catapultaron a ser ese educador por excelencia que hacía pensar y analizar a sus estudiantes, para que se convirtieran en hombres de ciencias y letras.
Con un alto nivel de independencia en sus planteamientos y postulados, cuestión esta que, como conocemos, para su época constituía una gran hazaña; fue muy criticado por algunos, pero amado por la mayoría. Se dice que los estudiantes se apiñaban en las puertas y ventanas donde daba sus clases.
Su impronta
Hoy y a la luz de haber logrado convertirme en educadora para mi gran satisfacción, continúo guiándome por su doctrina, sin dogmas ni ataduras para el conocimiento, tanto para impartirlo como para recibirlo, pues afortunadamente han primado en nuestros métodos de educación sus enseñanzas.
Por eso cuando estoy frente a un grupo de alumnos y trato de llevarles algún conocimiento, recuerdo al Padre Varela y procuro que analicen y sean capaces de captar la esencia de lo importante, para luego, – y aunque de asignaturas de letras se trate-, puedan investigar y sacar sus propias conclusiones, pues estoy segura de esta forma podrán ser mejores profesionales como los que requiere día a día nuestra patria.
Entonces pienso en estas palabras dichas por él y que han sido el gran pilar de la educación en Cuba:
“…la necesidad de instruir a un pueblo es como la de darle de comer, que no admite demora…´´