Por: Verónica Fernández Díaz
Una de las aristas creativas del músico camagüeyano José Marín Varona (1859-1912) fue la creación zarzuelera, labor que inicia en La Habana como director de orquestas para el teatro.
Junto con el maestro Modesto Julián,[1] director del Teatro Albisu, Marín Varona dirigió grandes compañías de zarzuelas españolas y ópera italiana que tuvieron impacto en América Latina. De esta forma adquirió renombre como director de orquestas y contribuyó al desarrollo del teatro vernáculo.
Gustavo Robreño, por ejemplo, lo incluyó entre los exponentes de la etapa inicial del teatro lírico cubano y lo caracterizó como “[…] enaltecedor de la canción cubana dentro del género lírico dramático”. Gonzalo Roig destacó también esta faceta del camagüeyano y al respecto apuntó que “[…] estuvo siempre al servicio de la nacionalidad artística, acaso con apasionada vehemencia”.[2]
Marín Varona fue representante de un bufo en el que el tratamiento del lenguaje es muy cubano; se incorporan géneros de la música popular escrita especialmente para la representación al estilo de la zarzuela y donde los personajes son extraídos de lo cotidiano: negros, caleseros, españoles pobres, jóvenes humildes, criollos sin dinero y criados en busca de recompensa, así como de jóvenes que piensan en la independencia de Cuba.
En opinión de Rine Leal: “Los bufos son esencialmente un teatro musical, en el que en muchas ocasiones el texto no es más que un pretexto para utilizar con gran efecto escénico la música popular en partituras originales para el teatro”.[3] De manera que los bufos se definen con una expresión propia que negaba lo extranjero en cuanto a temas, idioma, música, personajes y ambiente social, aunque enarbolaron a “el negrito” y “la mulata” como falsos exponentes de nacionalidad.
Aunque escribió varias, la zarzuela más conocida de Marín Varona fue El Brujo. Obra escrita en un acto, cinco cuadros y prosa con libreto de J. R. Barreiro. Si bien, la mayor parte de sus personajes son descendientes de africanos, ni en el lenguaje en que estos se expresan, ni en la música que interpretan se observan elementos que los caractericen. Por el contrario, el lenguaje es refinado y bien versado y los géneros empleados o son canciones románticas al estilo del salón europeo o formas musicales criollas como la guajira donde el componente africano no es tan marcado.
La parte musical más importante de la zarzuela es la canción a dúo “Es el amor la mitad de la vida”, escrita para los personajes protagónicos Juan Francisco y Felesfora interpretada en el segundo cuadro de la zarzuela que se desarrolla en la selva, a donde Felesfora acude para encontrarse con su amado Juan Francisco, un negro brujo de ascendencia conga.
El cuadro termina cuando, supuestamente, Juan Francisco recibe un disparo, pero en realidad es José, el negrito catedrático enamorado de Felesfora que se hace pasar por él. En el tercer cuadro, desarrollado en un ingenio, aparece otra de las partes musicales que se conservan hoy: la guajira “La puerta de mi bohío” como colofón de un diálogo previo entre el celador que viene por Juan Francisco y el coro, que se utiliza como especie de narrador.
El dúo final de la zarzuela, con un final feliz, es otro momento importante. El propio libretista, previendo un posible éxito, escribió varios versos para repetir con la música si el público lo pidiera. Pero El Brujo solo triunfó por su música, ya que críticos de la época la calificaron como “[…] una miscelánea, incomprensible a trechos, un baruntillo, una sucesión de escenas sin pies ni cabeza, salpicada de frases gordas como puños”.[4] Sin embargo, el destacado músico Odilio Urfé la consideró, por su música, como “[…] un exponente cimero de la etapa inicial del llamado vernáculo junto a la obra de Raimundo Valenzuela La mulata María 1896 y La gran rumba 1894 de Jorge Anckerman”.[5]
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[1] Modesto Julián: músico español radicado en Cuba y uno de los más conocidos admiradores de Marín Varona.
[2] Ramiro Guerra et al: Historia de la Nación cubana. P.237.
[3] Rine Leal: Introducción a Cuba: el teatro. P. 29
[4] Rafael Pérez caballero (Zerep): En la escena. 1898. Apud. Rine Leal: La selva oscura. P. 408. Tomo 2.
[5] Apud. Zoila Gómez y Victoria Eli: Música latinoamericana y Caribeña. P. 310.