La excavación es el principal procedimiento de la arqueología para conocer el pasado de la humanidad. Un elemento a tener presente es que no se excavan objetos, sino “hombres”, actores y ejecutores de restos que podemos encontrar.
Este peculiar diálogo con nuestros antepasados exige rigor, supone destruir; por lo tanto, no podemos “releer” lo ya excavado, es un proceso único en el que es primordial evitar la pérdida de datos.
Los objetivos fundamentales se centran en la recuperación de un elevado volumen de restos arqueológicos, que posteriormente serán estudiados de manera oportuna.
Pueden ser diversos los materiales recuperados. Actualmente, la cantidad de información que se puede obtener es muy elevada si se recogen las muestras adecuadas, las que posibilitan una mayor aproximación a la cronología y el contexto medioambiental del yacimiento.
Cada contexto presenta sus particularidades, lo cual influye en gran medida en la conservación de los restos arqueológicos recuperados -específicamente el material óseo, tema que referencia el presente trabajo.
Según estudios, el estado de conservación de los huesos en diferentes sitios arqueológicos depende de varios factores: la naturaleza del suelo donde están enterrados, el grado de acidez, la alcalinidad, el grado de aireación y las variaciones climáticas.
Es importante tener en cuenta los factores antes mencionados, pues resultan indispensables para el estudio posterior del material recuperado en la excavación.
Además de esos factores, existen características propias del material osteológico que influyen en su conservación en sitios arqueológicos. Como ejemplo tomamos los restos óseos de aves, específicamente Gallus gallus (gallina común); recurso aviar muy utilizado desde antaño, ya que las gallinas eran comúnmente criadas en las casas y lugares de crianzas.

En el caso de los estudios zooarqueológicos realizados en el Centro Histórico de la ciudad de Camagüey, en muchos de los sitios aparece con frecuencia esta especie. La mayoría colectada corresponden a ejemplares adultos hembras, al juzgar por los depósitos de calcio que se conservan en el interior de los huesos -que intervienen en la puesta de los huevos.
El tipo de suelo resulta indispensable en su conservación. Según la bibliografía especializada, los suelos ácidos atacan el componente mineral con una rapidez de disolución dependiente del grado de acidez.
Los suelos neutros o ligeramente alcalinos permiten una mejor conservación de los huesos, pues el componente mineral no es atacado, se conserva el colágeno y la sustancia base.
Los suelos muy alcalinos, por ejemplos las gredas, atacan la materia orgánica en un grado muy importante y los huesos se vuelven quebradizos y muy porosos.
En el caso de los suelos aireados, el colágeno y la sustancia base sufren ataques bacterianos.
Por una parte, el calor hace que los huesos se curven con facilidad, a diferencia de los extraídos de suelos húmedos que están reblandecidos, por lo cual se acelera la descomposición.

La fosilización es un fenómeno natural que podría estar afectando el material óseo; pero más que un causante de daño, es un factor de cambio de sus propiedades.
Otra causa importante de daños irreversibles es el factor humano, dentro del cual podemos mencionar métodos deficientes en el momento de extraer los restos osteológicos, utilizar materiales y embalajes no apropiados para su traslado al laboratorio.
Otro factor a tener en cuenta es el fuego, que causa daño y produce cambios de tipo físico. En ocasiones, los huesos son quemados como parte de un ritual y el estar enterrados durante largo tiempo los vuelve azulosos, negruzcos o grises; sin dejar de mencionar otros como la luz solar, los sismos, las inundaciones, los animales, y los incendios.
En fin, este constituye un tema muy interesante y poco estudiado, en el cual debe primar el criterio de la «mínima intervención»; es decir, debe prevalecer la conservación, para no destruir aquellos vestigios que a futuro pudiesen entregar nuevos aportes al conocimiento de un determinado grupo cultural.