La restauración de cerámica de excavaciones arqueológicas

Fotos: Cortesía del autor
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Por: Denys Rodríguez Bernet

En una excavación arqueológica se hallan una gran cantidad de artefactos de uso común en la vida cotidiana, los cuales poseen valores científicos, culturales históricos, artísticos, económicos y sociales. Estos objetos, al permanecer en condiciones producidas por la variabilidad de diferentes factores, entre ellos la temperatura, la humedad y las alteraciones físicas, experimentan un proceso de deterioro, el cual es necesario contrarrestar para su conservación, sometiéndolos a procesos restaurativos. Por lo que la finalidad de la restauración consiste en lograr durabilidad en los artefactos.

Durante las labores arqueológicas desarrolladas en los últimos años en el Centro Histórico de Camagüey, varios utensilios encontrados en situaciones similares a las descritas, como es el caso de los exhumados en la calle Independencia en 2010, en el actual Centro de Gestión Cultural, fueron restaurados.

En el antiguo colector sanitario hallado en la parte trasera del inmueble fueron rescatados varios enseres facturados en mayólica y loza inglesa. De entre ellos, resultaron llamativos dos bacines, los cuales se encontraron prácticamente enteros, con un elevado grado de correspondencia entre sus fragmentos, observándose que los mismos representaban dos tipologías diferentes, lo que proporcionaría una visión conveniente de su evolución histórica específica.

Por consiguiente, estas piezas fueron sometidas a un proceso de limpieza, tanto mecánica como química, que les eliminó la suciedad para luego integrar los faltantes con yeso escayola, devolviéndoles su integridad tanto física como estética, para futuras exposiciones.

El primer utensilio corresponde (FIGURA 1 y 2) a un bacín de mayólica hispana, de un tipo conocido en el mundo arqueológico en América como Bacín azul y verde, ampliamente hallado en contextos que van desde 1750 a 1820, llegando a Cuba a través de las vías comerciales lícitas e ilícitas.

El segundo corresponde a un bacín (FIGURA 3 y 4) de loza inglesa del tipo conocido como Loza perla, por su tono azulado característico, decorado por medio de la técnica del esponjado en azul, verde y amarillo.

Generalmente, la cerámica que ha permanecido enterrada por cientos de años se encuentra alterada y posiblemente ha perdido sus cualidades originales, por lo que necesita tratamiento especializado que permita darle consistencia y durabilidad, y que resalte sus acabados iniciales de superficie, logrando hacer reversible el aspecto estético para su apreciación histórica a través de exposiciones museográficas.

Cabe señalar que las tipologías de ambos bacines, marcadamente diferentes, responden a los momentos históricos de su factura, y a los cambios en los hábitos higiénicos. En el siglo XVIII, con la influencia de las ideas ilustradas respecto al mejoramiento de la salud, se pone énfasis en las condiciones de los entornos domésticos, prohibiéndose votar desechos en las calles y creándose colectores sanitarios dentro de las viviendas.

Por consiguiente, aunque el primero (FIGURA 2) corresponde a finales del XVIII, aún conserva la forma de los anteriores, diferenciándose en que aquellos fueron mucho más grandes, debido a que los desperdicios se recogían durante más tiempo, para luego arrojarlos directamente a la calle, produciéndose una intensa fetidez.

La creación de los colectores sanitarios y la prohibición de botar desechos en las vías públicas trajo como consecuencia que los bacines u orinales fueran más manuables (FIGURA 4), pues el descarte se producía directamente dentro de los solares, en el colector sanitario o letrina, como también se les llamaba.

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