Por: Denys Rodríguez Bernet
Las armas son unos de los artefactos más antiguos utilizados por el hombre, tanto para la guerra como para cazar y sostener su alimentación. A lo largo del tiempo, estas se fueron perfeccionando en la medida en que los grupos humanos fueron desarrollando nuevas técnicas e invenciones.
Muchos de los adelantos sucedieron por la necesidad de perfeccionar el ataque y la defensa en medio de conflagraciones que ocurrieron a lo largo de la historia. En este sentido, las armas de fuego también han sufrido importantes avances tecnológicos desde su aparición. Desde el siglo XI, se tiene referencia del surgimiento de la pólvora en China, con la cual crearon armas muy rudimentarias fabricadas incluso de bambú.
En Europa, los árabes fomentaron el conocimiento de la pólvora y su uso entre finales del siglo XIII y principios de la siguiente centuria. Sin embargo, no fue hasta la segunda mitad del siglo XIV que con frecuencia se usaron en los campos de batalla. A partir de ese momento, se desarrollaron distintos sistemas de disparos en armas de fuego, lo cual propició el paso sucesivo del arcabuz al mosquete, y por último al fusil.
Estos sistemas técnicos de perfeccionamiento del armamento se emplearon durante la expansión colonial de Europa en el mundo, brindando ventaja en el enfrentamiento de sociedades que en muchas ocasiones tenían armas muy rudimentarias o simplemente desconocían la pólvora.
La llave de chispa fue un mecanismo de disparo empleado en mosquetes y fusiles de avancarga[i] de los siglos XVII, XVIII y XIX, para lo cual se utilizaba un trozo de lasca de sílex sostenida entre dos quijadas al extremo de un corto martillo -que una vez puesto en su posición se liberaba al accionar el disparador. El golpe del pedernal producía una serie de chispas que inflamaban la carga propulsora, provocando el disparo del arma.

Otro uso probable de las piedras de chispa fue como yesquero para producir llamaradas. Estos funcionaban como una antigua fosforera, en la cual el choque del sílex con la yesca producía rápidamente el fuego, muy útiles hasta la creación de los fósforos modernos autocombustibles en 1805.
La procedencia de las piedras de chispa no se ha podido establecer con seguridad. La mayoría se importaban desde Europa, sobre todo de Francia, donde floreció su producción siendo el máximo proveedor de España, aunque en América también se fabricaron localmente para suplir su falta.
En nuestra antigua ciudad, las piedras de chispa han aparecido en excavaciones arqueológicas realizadas por el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey (OHCC) en varios solares e inmuebles, entre ellos: Independencia 219, Cisneros 208 y Luaces 7, en contextos de finales del siglo XVIII y comienzo del XIX, lo cual evidencia la amplitud de su uso durante estas centurias. Hay que señalar el caso de Luaces #7, espacio donde se estableció el Batallón de León durante la Guerra de los Diez Años.

Según la bibliografía especializada, la piedra de chispa se tallaba a partir de un núcleo de sílex, con un martillo en forma de disco sobre un yunque dulce. Esto les daba una forma de lasca de sección cuadrada o rectangular, a veces con un borde convexo que medía entre 2 y 3 centímetros, y hasta 5 milímetros de espesor.
De manera general, las encontradas en Camagüey mantienen esta morfología, y en las mismas se puede observar el desgaste por el intenso uso, que se hacía repetidas veces al cambiarlas de posición -lo que producía varias muescas en las piezas por todos sus bordes.
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[i]Cuando el arma se carga por la boca.